JORGE MACCHI

La producción de Macchi construye ficciones de gran potencia visual que no ocultan su artificio e interpelan emocionalmente al público. Son artefactos que investigan cómo funciona la mirada a la vez que enuncian las fragilidades y potencias de las imágenes.

Su producción está atravesada por referencias a la literatura, el cine, la música y la historia del arte. El artista parte de imágenes con las que busca generar una experiencia visual y sensorial de cierta inmediatez en lx espectadorx, es decir, que no requiere de mediación textual o conceptual. Sus obras presentan objetos y situaciones reconocibles o cotidianas, aunque levemente dislocadas o modificadas. A menudo, plantean una tensa contradicción entre su apariencia superficial y aquello que la compone.

En algunas de sus instalaciones, trabaja con los límites o condiciones de la arquitectura. En otras, desarrolla estrategias para traducir la luz y el sonido a materialidades sólidas en el espacio expositivo. La ciudad también es uno de los imaginarios que explora a lo largo de su producción y que, en ocasiones, lo lleva a desarrollar piezas site-specific. Además, sus obras parecen asumir, a veces, un carácter fantasmagórico al presentarse como el resultado de una posible alteración o hecho fatídico sucedido en el pasado del que, sin embargo, nada se sabe. En otras piezas, toma un accidente, una contingencia o un elemento marginal y monta sobre ello una estructura de trabajo minuciosa que fija el componente de azar a una forma o un criterio organizador.

En la frase final de la partitura del preludio para piano La cathédrale engloutie, Claude Debussy anotó una indicación para el intérprete: “tocar como un eco de la frase escuchada anteriormente”. Según Macchi, esa expresión podría ser una guía para abordar su propia producción. Ecos, reiteraciones, transparencias, dobles, vacíos y desplazamientos son algunos de los procedimientos que caracterizan a sus obras.

Selección de Obras

Un sitio específico
2021 15 x 6 metros. 2 metros de profundidad en la zona más profunda. Cemento blanco con incrustaciones de mármol negro en líneas y letras. Realización, arquitecto Martín Yannarella
el secreto
2020 Papel de periódico recortado, alfileres 36 x 28 cm (Disponible)
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nunca
2020 Papel de periódico recortado, alfileres 36 x 28 cm (Disponible)
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el terror
2020 Papel de periódico recortado, alfileres 37 x 30 cm (Disponible)
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en algún momento
2020 Papel de periódico recortado, alfileres 42 x 29 cm (Disponible)
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4 puntos de luz
2020 Papel de periódico recortado, alfileres 41 x 28 cm (Disponible)
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Diario de la peste
2020 Libro 22 x 14,5 x 4 cm cerrado (Disponible)
El jardín interior
2019 Óleo sobre tela 195 x 223 cm (Disponible)
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TRain
2019 Video. Jorge Macchi y Edgardo Rudnitzky.
Cámara traslúcida
2019 Ladrillos, concreto Medidas variables. (Disponible)
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Cámara traslúcida
2019 Óleo sobre tela 195 x 389 cm (Disponible)
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Matriz
2019 Acuarela sobre papel 42 x 32 cm (Disponible)
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Estepa y monoblock
2019 Acuarela sobre papel 36,5 x 46,5 cm (Disponible)
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Himno
2018 Video en loop (Disponible)
Japonismo
2018 Óleo sobre tela 189 x 299 cm (Disponible)
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Díptico
2017 Jorge Macchi - Nicolás Fernández Sanz. Maqueta de la instalación en Ruth Benzacar Galería de Arte, Buenos Aires.
Díptico
2017 Vistas de la instalación acompañadas del texto leído y publicado por Eugenia Viña, en el suplemento Radar del diario Pagina 12, Julio de 2017.
Esquema
2016 Libros, madera, vela, campana de acrílico 170 x 80 x 135 cm (Disponible)
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Entrada
2015 Óleo sobre tela 163 x 263 cm (Disponible)
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Memoria externa 03
2014 Óleo sobre tela 174 x 348 cm (Disponible)
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Memoria externa
2014 Vista de la exposición en Ruth Benzacar Galería de Arte. Buenos Aires, Argentina.
Preludio
2014 Proyecto In situ. Ciudad de Bariloche, Argentina
Backstage
2013 Piano de cola, paredes y techo de durlock, puerta de madera y luz. Medidas variables.
Container
2013 Container metálico (12 x 2,40 x 2,40 mt) en una sala de 10 x 10 x 6 mt. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Fan
2013 1 ventilador de techo metálico 53 x 142 x 142 cm.
Air
2012 Tela de algodón y bordados 16 x 27 cm (Disponible)
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XYZ
2012 Video instalación. Proyección de video monocanal en loop, color, sin sonido. (Disponible)
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Refracción
2012 Hierro 11 x 11 x 7 mt
La balada de Matsuyama
2010 Video NTSC. Color, sonido stereo Duración: 6:45. (Disponible)
Hotel
2007 Pintura acrílica sobre pared, lámpara. 400 x 300 x 15 cm
Still song
2005 Esfera de espejos, placas de yeso y tubos fluorescentes 600 x 400 x 300 cm
Libre estacionamiento
2009 Acuarela sobre papel 29,50 x 42 cm (Disponible)
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Teclado
2008 Acuarela sobre papel 100 x 160 cm (Disponible)
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Sin título
2008 Acuarela sobre papel 36,50 x 28 cm
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Windows
2007 Fotografía (díptico) Edición de 6 35 x 60 cm (Disponible)
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Old Underground
2007 Acuarela sobre papel 29,60 x 42 cm
Streamline
2006 Video proyección. DVD NTSC COLOR AUDIO PCM Duración: 5:08 minutos, en loop. Música compuesta por Edgardo Rudnitzky.
Vanishing point
2005 Pintura acrílica sobre papel sobre pared. 400 x 600 x 300 cm.
Buenos Aires Tour
2004 Colaboración con Edgardo Rudnitzky (sonidos) y Maria Negroni (textos). Libro-objeto 15,5 x 21,5 x 6,5 cm.
Vidas paralelas
1998 Dos vidrios 80 x 60 cm

JORGE MACCHI CV

Artista Visual. Nació en 1963, en Buenos Aires, Argentina. Estudió arte en la Escuela Nacional de Bellas Artes en Buenos Aires. Vive y trabaja en Buenos Aires.

En 2001 obtuvo la beca John Simon Guggenheim Memorial Foundation Fellowship. Fue invitado por varias instituciones en Francia (Cité des Arts, beca del Gobierno Francés), Alemania (schloss Plueshow), Holanda (Duende Artists initiative), Inglaterra (Delfina Studios Trust), Italia (Civitella Ranieri) y Estados Unidos (ArtPace) como artista en residencia.

Ha tenido tres importantes retrospectivas de su trabajo: Perspectiva en MALBA Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, en 2016 y CA2M Madrid 2017, con curaduría de Agustin Perez Rubio; Music Stands Still en S.M.A.K  Municipal Museum of Contemporary Art, Gante, Bélgica en 2011 con curaduría de Thibaut Verhoeven y Jorge Macchi, Anatomía de la melancolía, Bienal del Mercosur con curaduría de Gabriel Pérez Barreiro en Santander Cultural, Porto Alegre, Brasil y Blanton Museum of Art, Austin, Texas, y CGAC, Santiago de Compostela, España.

Una selección de exhibiciones individuales incluye Las islas vírgenes en Galería Elvira González, Madrid, 2023; La catedral sumergida en el Museo Cantonal de Bellas Artes de Lausanne, Suiza, 2020; Lampo en NC ARTE Bogotá, Colombia, 2015; Prestidigitador en MUAC, Museo de Arte Contemporáneo de México, 2014; Container en MAMBA Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 2014; Container en Kuntmuseum Luzern, Suiza, 2013; Last minute en la Pinacoteca del Estado de Sao Paulo, Brasil, 2009; Light music en la  University Gallery, University of Essex, Colchester, Englaterra, 2006; Le 10Neuf en el Centre Regional d´art Contemporain, Monbéliard, Francia, 2001.

Representó a la Argentina en la Bienal de Venecia en 2005 con la obra La Ascensión, en colaboración con Edgardo Rudnitzky, Palazzo Palagraziussi (Antico Oratorio San Filippo Neri).

También ha participado en 7º Bienal de  Liverpool,  Liverpool, England , 2012;  18º Biennial of Sydney, All our relations, Sydney, Australia, 2012;  A terrible beauty is born, 11º Lyon Biennial,  France, 2011;  Untitled 12º Istanbul Biennial , Turkey, 2011; 4º Triennial de Auckland, Last Ride in a Hot Air Balloon,Auckland, New Zealand, 2010;   27 º Sao Paulo Biennial, Brazil,  2006;  51 º Venice Biennial, The experience of art, Italian Pavilion, Venice, Italy, 2005; Praga Biennial, Czech Republic, 2005; 26º Sao Paulo Biennial, Brazil, 2004;   8º Istambul Biennial, Turkey, 2003;   4º Bienal del Mercosul, Porto Alegre, Brazil, 2003;  7º La Habana Biennial, Cuba, 2000; Cuenca Biennal, Cuenca, Ecuador 1991.

Exposiciones individuales

2023
Pop Up, Ruth Benzacar Galería de Arte. Buenos Aires, Argentina.
Las Islas Vírgenes, Galería Elvira González. Madrid, España.

2022
La estatura de la libertad, Galeria Luisa Strina. San Pablo, Brasil.

2020
La catedral sumergida, Museo Cantonal de Bellas Artes. Curadora: Laurence Schmidlin. Lausane, Suiza.

2019
Cámara traslúcida, Jorge Macchi, Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires. Texto de Laura Hakel.

2018
Suspension points, Jorge Macchi, Galleria Continua, San Gimignano, Italia. Curada por Laura Hakel.
Der Zauberberg, Quartz Studio, Torino, Italia.

2017
Díptico, Jorge Macchi y Nicolás Fernandez Sanz, Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires, Argentina.
Mikrokosmos, Galerie Peter Kilchmann, Zurich.
Threshold, Galería Alexander and Bonin, Nueva York.
Perspectiva, CA2M Centro de Arte 2 de mayo, Madrid. Curada por Agustín Pérez Rubio.

2016
Historia Natural, Galería Luisa Strina, San Pablo, Brasil.
The Book of hours, curada por Philippe Van Cauteren, Deinze, Bélgica.
Perspectiva, curada por Agustín Pérez Rubio, MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires), MNBA (Museo de Bellas Artes), y Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires, Argentina.

2015
Lampo, curada por María Iovino , NC ARTE,  Bogotá, Colombia.
Spectrum (Choix d´oeuvres 1992-2014), curada por Philippe Cyroulnik, Montbéliard, Francia.

2014
Memoria externa, Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires, Argentina.
Prestidigitador, curada por Cuauhtémoc Medina, MUAC, Museo Universitario Arte Contemporáneo, DF, México.
Container, MAMBA, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Argentina.

2013 
Loop, Galería Alexander and Bonin, Nueva York, USA.
Container, curada por Fanni Fetzer, Museo de Bellas Artes de Lucerna, Suiza.

2012
Light and Weight, Galería Peter Kilchmann, Zurich, Suiza.

2011 
Galería Luisa Strina, San Pablo, Brasil .
Music Stand Still, Museo Municipal de Arte Contemporáneo de Gante, Bélgica.

2010
Crónicas eventuales, Galería Ruth Benzacar , Buenos Aires, Argentina.

2009
Piscina, Instituto Inhotim, Minas Gerias, Brasil.
Rendez vous, Galleria Continua, San Gimignano, Italia.
10:51, Kunstlerhaus Bremen, Alemania.
Last minute, en colaboración con Edgardo Rudnitzky, Pinacoteca del Estado de San Pablo, Brasil.

2008 
‘round midnight’, Peter Kilchmann Gallery, Zurich, Suiza.
Anatomía da melancolía, CGAC, Centro Gallego de Arte Contemporáneo, Santiago de Compostela, España.
The singers’ room, en colaboración con Edgardo Rudnitzky, Galleria Continua, San Gimignano, Italia.

2007
Jorge Macchi, Muestra monográfica,  curada por Gabriel Perez Barreiro, Santander Cultural, Bienal del Mercosur, Porto Alegre, Brasil.
Jorge Macchi, Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires, Argentina.
Gallery Night , Galería Luisa Strina, San Pablo, Brasil.
La anatomía de la melancolía,  Museo Blanton, Austin, EE.UU.

2006
Light music, dos proyectos en colaboración con Edgardo Rudnitzky, University Gallery, University of Essex, y Firstsite, Colchester, Inglaterra.
Due volte nello stesso fiume, Galería Continua, San Gimignano, Italia.
Time machine, Galeria Kilchmann Martin, México DF, México.

2005
Time machine, Galería Distrito 4, Madrid, España.
Still song, Peter Kilchmann Gallery, Zurich, Suiza.
Doppelgänger, Casa encendida, Madrid, España.
Doppelgänger, Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires, Argentina.
La Ascensión, en colaboración con Edgardo Rudnitzky, envío argentino a la Bienal de Venecia, Palazzo Palagraziussi (Antico Oratorio San Filippo Neri), Venecia, Italia.

2003
Buenos Aires Tour, Galería Distrito4, Madrid, España.
Galería Luisa Strina, San Pablo, Brasil.

2002  
Fuegos de artificio, Ruth Benzacar Galería de Arte, Buenos Aires, Argentina.
ENAD, site Aubusson, Francia.
Fuegos de artificio, Galería Mirta de Mare, Rotterdam, Países Bajos.

2001
Le 10Neuf, Centre regional d’art contemporain, Monbéliard, Francia.
Nocturno, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, Argentina.

1998
Incidental music, University Gallery, University of Essex, Inglaterra.
Música incidental, Ruth Benzacar Galería de Arte, Buenos Aires, Argentina.
Evidencias circunstanciales, Museo de Arte Moderno, Buenos Aires, Argentina.
The wandering golfer, Museo de Arte Contemporáneo de Amberes MUHKA, Bélgica.
The killing tear, con Miguel Rothschild, Galería Jorge Alyskewycz, París, Francia.

1996
Extremely recent works, Duende Artists Initiative, Rotterdam, Países Bajos.

1995
Instituto de Cooperación Iberoamericana, Buenos Aires, Argentina.

1994
32 morceaux d’eau, Galería Jorge Alyskewycz, París, Francia.

1993
Casal de Catalunya, Buenos Aires, Argentina.

1992
Galerie Francois Mitaine, París, Francia.

1991
Fundación Banco Patricios, Buenos Aires, Argentina.

1990
Galería Alberto Elía, Buenos Aires, Argentina.

1989
Pinturas y retablos de fines del siglo XX, Galería Alberto Elía, Buenos Aires, Argentina.

Exposiciones colectivas

2022
(Re)Frame, Alexander and Bonin NYC, EE.UU.

2022
The Double: Identity and Difference in Art since 1900. Curada por James Meyer en la National Gallery of Art, Washington DC, EE.UU.

2021 – 2022
Reunión. Ruth Benzacar Galería de Arte, Buenos Aires, Argentina.

2019
In Prison. Museo de la Cruz Roja, Ginebra, Suiza.
In Pison. Museo de las Confluencias, Lyon, Francia.

2018
Photography + Books – Out of the Retina into the Brain. Biblioteca de Arte de Aaron y Barbara Levine, Instituto de Arte de Chicago, Chicago.
Copy, Translate, Repeat, Obras contemporáneas de la Colección Patricia Phelps de Cisneros. Hunter College Art Galleries, NY. Curada por Harper Montgomey.

2017
Take me (I´m yours) Bienalsur, Museo Nacional de Arte Decorativo, Buenos Aires. Curada por Christian Boltanski & Hans Ulrich Obrist.
El mundo cabe en una obra, Bienalsur, Memorial América Latina, San Pablo, Brasil. Curada por Jimena Ferreiro.
Doubles, Dobros, Pliegues, Pares, Twins, Mitades. The Warehouse, Dallas, Texas. Curada por Rodrigo Moura.
Kathmandu Triennale, Kathmandu, Nepal. Curada por Phillipe Van Cauteren.
The Queen Falls, Galería OMR, México. Curada por Anissa Touati y Marc Olivier Wahler.

2016
Homo Ludens, curada por Ricardo Sardenberg, Galería Luisa Strina, San Pablo, Brasil.
Unfinished: Thoughts left Visible and Nasreen Mohamedi, The Metropolitan Museum of Art, New York, Estados Unidos.

2015
Mirror Images, Art and Medicine, Museo de la historia de la Medicina, Berlín, Alemania.
Now! Biennial of the Americas, Denver, USA.
Eppur si muove – Art and technique, MUDAM, Luxemburgo.
My Buenos Aires, curada por Albertine de Galbert y Paula Aisemberg, Maison Rouge, París, Francia.
BP15. Bienal Argentina de Performance, Centro Cultural Kirchner (CCK), Buenos Aires, Argentina.

2014
In situ – Arte en el Espacio Público, organizado por Secretaría de Cultura de la Nación, Bariloche, Argentina.
Daros Latinamerica Collection, Fundación Beyeler, Basel, Suiza.
La llamada del destino, LIMAC, Museo de Arte Contemporáneo de Lima, Perú.

2013
América Latina, 1963-2013 , Fundación Cartier para el Arte contemporáneo, París, Francia.
Saber Desconocer, 43 Salón (inter) Nacional de Artistas, curada por Mariángela Méndez Prenke, Oscar Roldán Alzate, Florencia Malbrán, Rodrigo Moura y Javier Mejía, Medellín, Colombia.
Art Unlimited, Art Basel, Suiza.
Una posibilidad de escape, curada por Agustín Perez Rubio, EACC, Espacio de Arte Contemporáneo de Castellón, España.
Slow Burn, An index of possibilities, Fundament Foundation, Tillburg, Países Bajos.
Brigdes and borders,  curada por Sigismond de Vajay, Parque Cultural de Valparaíso, Chile.

2012
Shock of the news, National Gallery of Art, Washington DC, USA.
Art and the city, Zurich, Suiza.
Facing Walls, Opening Windows, Galleria Continua Beijing, China.
7º Bienal de Liverpool, curada por Lorenzo Fusi, Liverpool, Inglaterra.
18º Bienal de Sydney , All our relations , curada por Catherine de Zegher y Gerald Mc Master, Sydney, Australia.
A house full of music. Strategies in Music and Art 1912-2012, curada por Ralf Beil, Instituto Mathildenhöhe, Darmstadt, Alemania.
Aire de Lyon, curaduría de Victoria Noorthoorn, Fundación Proa, Buenos Aires, Argentina.
Lines of thought ,curada por Ziba Ardanal, Parasol, Foundation for Contemporary Art, Londres, Inglaterra.
Los impolíticos, curada por Laura Bardier, EAC, Espacio de Arte Contemporáneo, Montevideo, Uruguay.
Anotaciones: bajo la influencia de John Cage, curada por Joachim Pissarro, Bibi Calderaro y Julio Grinblatt, Hunter College, The City University of New York, Nueva York, EE.UU.
Extranjerías, MUAC, Museo Universitario Arte Contemporáneo, Ciudad de México, México.
En Obras. Colección Teixeira de Freitas, curaduría de Adriano Pedrosa, TEA, Tenerife Espacio de las Artes, Tenerife, España.

2011
The peripatetic school: Itinerant drawing from Latin America, MIMA, Instituto de Arte Moderno de Middlesbrough , Inglaterra.
Ha nacido una belleza terrible, 11º Bienal de Lyon, curaduría de Victoria Noorthorn, Francia.
Untitled (12th İstanbul Biennial) 2011, 12º Bienal de Estambul, curaduría de Adriano Pedrosa y Jeff Hoffmann, Turquía.
The Peripatetic School : Itinerant drawing from Latin America, curaduría de Tanya Barson,The Drawing Room, Londres, Inglaterra.
Um Outro Lugar, MAM – Museu de Arte Moderna de Sao Paulo, Brasil.
El Rayo verde, curaduría de Solana Molina Viamonte, Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires, Argentina.
Radical Shift, curada por Heike Van den Valentyn , Museo Morsbroich, Leverkusen, Colonia, Alemania.
All of this and nothing, Museo Hammer, Los Angeles, EE.UU.
Unresolved Circumstances: Video Art from Latin America, MOLAA, Museum of Latin American Art, California, USA.
Of Bridges and Borders, curaduría de Sigismond de Vajay, Fundación Proa, Buenos Aires, Argentina.
Echoes, curaduría de Jean-Paul Felley y Olivier Kaese, Centre Culturel Suisse, Paris, Francia.

2010
Membres fantômes – variations sur un theme de Peter Szendy, Galerie Xippas, París, Francia.
It´s the End of the World as We Know it/La fin du monde tel que nous le connaissons, curaduría de Bettina Steinbrügge, La Kunsthalle Mulhouse Centre d’Art Contemporain, Mulhouse, Francia.
Yesterday will be better, Aagauer Kunsthaus, Suiza.
Del pasado al presente. Migraciones, Exposición internacional del Centenario , Museo Nacional de Bellas Artes de Chile, Santiago de Chile, Chile.
Freeze, curaduría de Caroline Bøge, NILS STÆRK Gallery, Copenhagen, Dinamarca.
Everything is out there, curaduría de Rosa Lleó and Zaida Trallero, La casa encendida, Madrid, España.
Modelos para armar, Pensar Latinoamérica desde la Colección MUSAC ,Musac, Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, Léon, España.
4ta Trienal de Auckland, Last Ride in a Hot Air Balloon, curaduría de Natasha Conland, Auckland Triennial, Auckland, Nueva Zelanda.

2009  
Revolutionen des Alltäglichen, Museo Morsbroich, Leverkusen, Alemania.
Moby-Dick, CCA Wattis Institute for Contemporary Arts, San Francisco, EE.UU.
Mamoygua opá mamo pupé, 31 º Panorama del arte Brasileño, MAM Sao Paulo, Brasil.
Los impolíticos , PAN, Palazzo delle Arti di Napoli, Napoles, Italia.
Escuelismo – Arte argentino de los 90, MALBA Colección Constantini, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina.
Deux pièces, Galerie Peter Kilchmann, Zurich, Suiza.
Private Universes: Media Works, curaduría por María del Corral, Museo de Arte de Dallas, EE.UU.
Extranjerías, Espacio Fundación Telefónica, curaduría por Andrea Giunta, Buenos Aires, Argentina.

2008 
Prospect 1 New Orleans, curaduría de Dan Cameron, Bayou Saint John, Nueva Orleans, EE.UU.
Lugares, Instituto Cultural Inhotim, Brumadinho, Brasil.
Puntos de vista, Instituto Cultural Inhotim, Brumadinho, Brasil.
Trienal de Yokohama, Japón.
Cancelled, Erased and Removed, Sean Kelly Gallery, New York, EE.UU.
Face to Face – The Daros Collections, Zurich, Suiza.
Agitar antes de usar, curaduría de Enrique Martinez Goikoetxea Artium de Álava, Centro – Museo Vasco de arte contemporáneo ,Victoria, España.
Limite Sud, Centro Municipal de Exposiciones, Buenos Aires, Argentina.
Order.Light.Desire, An exhibition of contemporary drawings, IMMA, Museo de Arte Moderno de Irlanda, Dublin, Irlanda.

2007
Brave new world, curaduría de Yasmil Raymond, Walker Art Center, Minneapolis, EE.UU.
Signes d’existence, MAC Santiago de Chile, Chile.
Arte, deshonra y violencia en el contexto Iberoamericano, curaduría de Patricia Betancur y Luis Camnitzer, CCE Centro Cultural de España, Montevideo, Uruguay.
Projections, Le 10 neuf, Centre régional d’art contemporain, Montbeliard, Francia.
¡Viva la Muerte!, Kunst und Tod in Lateinamerika , Kunsthalle Wien, Viena, Austria.
Unsung, curaduría de Dan Cameron, Nicole Klagsbrun Gallery, Nueva York, EE.UU.

2006
27º Bienal de Sao Paulo, Brasil.
Contrabando, Galería Luisa Strina, San Pablo, Brasil.
Cruce de miradas, Colección Patricia Phelps de Cisneros, Palacio de Bellas Artes, México DF, México.
Wall Drawings, Albion Gallery, Londres, Inglaterra.
Espacio interior, Sala Alcalá, Madrid, España.

2005
51º Bienal de Venecia, La experiencia del arte, curada por María de Corral, Pabellón Italiano, Venecia, Italia.
Romance, Galería Cristina Guerra, Lisboa, Portugal.
Farsites, curaduría de Adriano Pedrosa,  San Diego-Tijuana, EE.UU.
Bienal de Praga, República Checa.
Artistas en residencia, Artspace San Antonio, Texas, EE.UU.

2004
26 º Bienal de San Pablo, Brasil.
Réplica, con Cristian Roman y curaduría de Jennfer Teets,  MUCA Roma, Ciudad de México, México.
Entre el silencio y la violencia, Fundación Telefónica, Buenos Aires, Argentina.
Treble, Sculpture Center, curaduría de Regine Basha, Nueva York, EE.UU.
El secreto, CCEBA, Buenos Aires, Argentina.

2003
A nova geometría, Galería Fortes-Vilaça, San Pablo, Brasil.
Panorama del arte Brasileño (desarrumado) 19 desarranjos. MAM, San Pablo, Brasil.
8º Bienal de Estambul, Turquía.
4º Bienal del Mercosul, Porto Alegre, Brasil.
A parasite showing, Buenos Aires, Argentina.
Between silence and violence, argentine contemporary art , Sotheby’s, Nueva York, EE.UU.
25 Hs, muestra internacional de video arte, Barcelona, España.

2002
Bienal de Fortaleza, Brasil.
Reality check, Galería Hengevoss-Dürkop, Hamburgo, Alemania.

2001
El fin del eclipse, Fundación Telefónica, Madrid, España.
Palabras perdidas, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
12 views, The Drawing Center, Nueva York, EE.UU.
Mouvements immobiles, Museo de Arte Moderno, Buenos Aires, Argentina.

2000
Argentina por debajo de la línea del horizonte, FNA, Buenos Aires, Argentina.
7º Bienal de La Habana, Cuba.
2º Festival de arte sonoro Humor y aliento, Galería Acceso A, Ciudad de México.
The cutting edge, Feria Arco, Galería Ruth Benzacar, Madrid, España.

1999
Borges.es, Casa de América, Madrid, España.
Fotografía Argentina, Museo de Arte Moderno, Buenos Aires, Argentina.
Fotografía Argentina Contemporánea, Museo de Arte Contemporáneo de Bahía  Blanca, Bahía Blanca, Argentina.
Muestra de la Colección de Arte Latinoamericano de Essex, Casa de América, Madrid, España.
Sight-seeing, Schloss Pluschow, Alemania.
Otra fotografía, Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires, Argentina.

1998
Balance 98, Fundación Proa, Buenos Aires, Argentina.
Autorretratos-autobiografías, Galería Centoira, Buenos Aires, Argentina.

1997
Artists’House , Delfina, Londres, Inglaterra.
En tránsito, Fundación Banco Patricios, Buenos Aires
En tránsito, Museo del Chopo, México DF, México.

1996
Miradas desde el sur, muestra itinerante de cine y video independiente, organizada por Fundación Antorchas y Fundación Rockefeller.

1995
Searching south, two southamerican artists, con Arturo Duclos, John Hansard Gallery, University of Southampton, Southhampton, Inglaterra.
70, 80, 90, Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina.
Buenos Aires Video 7, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Buenos Aires, Argentina.

1994
El plagio es necesario, homenaje a Lautreamont, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
Envío a la Bienal del Cairo, CAYC, Buenos Aires, Argentina.

1993
Braque Prize, Fundación Banco Patricios, Buenos Aires, Argentina.
Installations, Salas Nacionales de Cultura, Buenos Aires, Argentina.
Deutsche Bank Prize, Museum de Arte Moderno, Buenos Aires, Argentina.
Oie como va, curaduría de  Mario Flecha, Reconquista 1030, Buenos Aires, Argentina.
Fortabat Biennal, Recoleta Cultural Centre, Buenos Aires, Argentina
Video Fest Berlin ’93, Alemania.
Buenos Aires Video 5, Instituto de Cooperación Iberoamericana, Buenos Aires, Argentina.

1992
Del objeto al fetiche, Galería Castagnino , Buenos Aires, Argentina.
Konex Biennale, Salas Nacionales de Cultura, Buenos Aires, Argentina.

1991
Decouvertes, Grand Palais, Paris, Francia.
L’atelier de Buenos Aires, CREDAC, Ivry-Sur-Seine, Francia.
The ‘80s at the MAM, Museum de Arte Moderno, Buenos Aires, Argentina.
A vision of argentinian contemporary art (1940-1990), Patio Bullrich, Buenos Aires, Argentina.
Bienal Fortabat, Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, Argentina.
Menor o igual que 30, Fundación Banco Patricios, Buenos Aires, Argentina.
Bienal de Cuenca, Cuenca, Ecuador.

1990
Fundación Nuevo Mundo Prize, Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina.
Mitos y Ritos en los ‘80s,  Galería Centoira, Buenos Aires, Argentina.

1989
Beyond the Object, Patio Bullrich, Buenos Aires, Argentina.
Fundación Banco de Crédito Argentino Prize for young sculptors ’89, Badii Museum, Buenos Aires, Argentina.
Eureka, Galería Castagino , Buenos Aires, Argentina.

1988
Retorno y Presencia, Ruth Benzacar Galería de Arte , Buenos Aires, Argentina.

1987
Nueve pintores de la nueva generación, Ruth Benzacar Galería de Arte, Buenos Aires, Argentina.
Grupo de la X , Museo Castagnino , Rosario; Museo E. Sívori, Buenos Aires, Argentina.

1986
Bienal Fortabat , Fundación Fortabat, Buenos Aires, Argentina.

Colecciones

Tate Modern, London, Inglaterra.
MOMA, New York, USA.
MUSAC, Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, León, España.
CGAC, Centro Galego de Arte Contemporáneo, Santiago de Compostela, España.
Fundación Banco de la Nación Argentina, Buenos Aires, Argentina.
Museum de Arte Moderno de Buenos Aires, Argentina.
MACRO , Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, Argentina.
MUHKA, Museo de Arte contemporáneo de Amberes, Bélgica.
Museo del Barrio, New York, USA.
SMAK, Museo Municipal de Arte Contemporáneo, Gante, Bélgica.
Fundación Arco, España.
Colección de la Provincia de Hainaut, Bélgica.
MALI, Museo de Arte de Lima, Perú.
MAMAC , Museo de Arte Moderno y de Arte contemporáneo de Niza, Francia.
Museo de Arte Contemporáneo de Vigo, España.
Inhotim, Belo Horizonte, Brasil.
Tate Modern, Londres, Inglaterra.
Fundación Banco de la Nación Argentina, Buenos Aires.
Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, Argentina
Museo de Arte Contemporáneo de Amberes (MUHKA), Bélgica.
Fundación Arco, España.
Collection de la Province de Hainaut, Bélgica.
Museo de arte contemporáneo de Vigo, España.

Textos

Jorge Macchi surrealista, o la perseverancia en lo imposible. Inés Katzenstein.

Una de las primeras obras de Macchi que vi, y una de las que más me impactó, es una obra olvidada, o por lo menos eso creo. Era una rama de árbol cortada, bifurcada en “V”, cuyo extremo más grueso estaba envuelto con una venda, como las que se ponen los deportistas en el tobillo o en la muñeca. La ramita estaba expuesta sobre un estante, en una muestra en el Casal de Catalunya, a comienzos de los 90, junto con otros objetos intervenidos. Parecía un miembro amputado y muerto, o tal vez un miembro en estado de curación; las dos direcciones simultáneamente. A su vez, si bien parecía parte de un animal herido, era una rama. Esta consideración de lo vegetal como miembro fantasma producía una conmoción particular, una piedad indecible, o quizás algo más cercano al horror que suelen producir las prótesis.
Era, según lo que construye mi memoria, una escena de amor vegetal.

Ese recuerdo condensa algunos de los rasgos de la obra de Macchi que más me atraen todavía hoy: su interés por producir errores que funcionan como chiste y al mismo tiempo como disparadores de lo siniestro, y su voluntad de darle cuerpo a algo que escapa a la lógica: su surrealismo. Las obras de Macchi a las que me referiré logran una imagen que es a la vez común e imposible, tan testaruda en su voluntad como en su resistencia a significar. Un devenir loco, diría Deleuze. Esa especie de locura es para mí, entonces, su clave más preciada.

Pero lo curioso del caso es que Macchi es, como sabemos, un artista serio, casi científico tanto en sus intereses (centrados en un tipo de experimentación lógica muy específica) como en el control que ejerce sobre el lenguaje. Y es además un artista que, desde sus inicios, en la Argentina fue considerado un conceptual, un caso bastante solitario de adecuación sin fricciones aparentes a la estética reductiva del neoconceptualismo que dominó el incipiente campo del arte global desde comienzos de los años 90. Quiero decir que, al menos en la Argentina, ese carácter loco que, para mí, define sus obras más inquietantes quedó borroneado, o directamente tapado, por la excepcionalidad que la contención y la economía de su lenguaje representaron en un marco general de franco alejamiento de la herencia conceptual. No me extenderé demasiado sobre estas cuestiones geopolíticas que conciernen a su relación con el contexto intelectual y artístico argentino, pero sí quiero proponer pensar a Macchi menos como un neoconceptual sobreadaptado que como un surrealista de laboratorio; considerando al surrealismo como una categoría que refiere a lo desconcertante –y esta precisión es central– en una vertiente rigurosa y proyectual. Como debe quedar claro, sus imágenes no tienen que ver con el surrealismo entendido como resultado incierto del automatismo o de la invención desbordada, sino como consecuencia de observaciones y módicos experimentos de trastrocamiento de la lógica y el sentido.

La segunda obra de Macchi que recuerdo como una experiencia fuerte es, una vez más, como la rama, la imagen de un accidente. La vi varios años más tarde que la olvidada rama, y es una de las piezas más emblemáticas de este artista. Estoy hablando de Vidas paralelas (1998): dos planchas de vidrio ubicadas sobre una tarima, en el piso, una al lado de la otra, quebradas de manera idéntica. Una parece ser la reconstrucción idéntica de un accidente que ocurrió sobre la otra, o quizás ambas hayan sido el desenlace gemelo de un quiebre que mágicamente se desdobló. En fin, lo que sucede, como en muchas obras de Macchi de este tipo, es que no podemos imaginar cómo fue el acontecimiento que originó este objeto. Sí podemos pensar que la obra es un monumento al azar a través de su repetición imposible, es decir, un monumento al azar a través de la negación de su unicidad constitutiva. Aquí determinación y azar confluyen, destruyéndose mutuamente.

En ese momento, además de Borges (que funcionaba como una influencia obvia y, por eso mismo, innombrable), la referencia que tenía para entender esta pieza era el famoso accidente del Gran vidrio de Duchamp, en el que, como sabemos, supuestamente en una situación de traslado, las dos partes de la obra, que viajaban una encima de la otra se quebraron de manera idéntica. También me recordaba a Duchamp por su interés en repetir las líneas que trazaba el azar, como en Trois Standard Stoppages. Pero en la pieza de Macchi el movimiento continuaba: su título, Vidas paralelas, llegaba para inyectar animismo a la situación y romantizarla, en diálogo con el paralelismo imperfecto de Perfect Lovers, de Félix González-Torres, pero esta vez congelando un momento de sintonía absoluta en una especie de limbo anémico de la igualdad sin conexión. En realidad, era una lápida doble.

Lo que más me interesó de esa obra fue esa sensación concentrada de perplejidad, el estancamiento del flujo de pensamiento racional que produce la imagen en cuanto no pareciera haber sido provocada por acontecimientos naturales. Y es en esta estupefacción donde encuentro hoy una clave magritteana1 que quiero subrayar, en tanto que, en este punto, Macchi se aleja de la tradición conceptual (2) y pone a funcionar la ficción. En estas obras, entonces, no hay “concepto” entendido como significado, sino una puesta en vibración de la misma idea de concepto como algo reconocible, lógico. Macchi usa el artificio, incluso el truco, para enfrentarnos a esa intranquilidad, al dominio de la oscuridad por sobre el orden y el sentido; una oscuridad de se vehiculiza no a través de los sujetos, sino de los objetos, como en Cortázar.

Aquí, otro ejemplo: una pequeña jaula está llena de tierra. Es una de sus imágenes más inquietantes, más aberrantes sin dejar de ser “suave”. Pareciera un nido de hornero que no pudo adquirir su forma natural por estar encerrado en la jaula. Hay como un exceso de pájaro y ningún pájaro. No hay metáfora, pero sí una máxima sensación de opresión y muerte. Si pensamos, entonces, que la obra de Macchi tiene uno de sus centros en este tipo de imagen paradójica, elocuente, sugerente, pero a la vez incomprensible, podemos entender que ciertamente no estaba, sobre todo en los 90, tan alejada de uno de los ideales a los que aspiraba el arte en el contexto argentino de esos años: restaurar la posibilidad de lo intraducible de la experiencia estética, oponiéndose a la racionalidad programática, a la supuesta claridad de cierto neoconceptualismo. Los ideales eran los mismos, pero a Macchi lo separaban de ellos un abismo de lenguaje y su negación rotunda y permanente a colar en la obra elementos personales.

Lo fundamental, entonces, es que deberíamos entender a Macchi como un artista que cree en el pensamiento no como un acto instrumental y prístino, ni como una herramienta ordenadora, sino como una potencia cruzada por las fuerzas más oscuras y tanáticas del inconsciente. Como escribió el curador Manuel Olveira, su obra está constituida por

“…una serie de imágenes de gran potencia visual que consiguen hacernos menos

inermes, pero no totalmente seguros, en un estado de fascinación perceptiva y

amplitud de conocimiento que nos permite encarar la complejidad del mundo que

nos rodea, aunque no conocerlo ni explicarlo completamente.” (3)

La relación con Magritte, ídolo de su adolescencia, nos permite pensar a Macchi de esta otra manera. Esta relación es evidente sobre todo en sus acuarelas, en todos aquellos dibujos en donde se produce un collage, una situación sustitutiva precisa o bien una metamorfosis de una cosa por otra. Confiesa Macchi:

“Los dibujos que hacía cuando era muy joven eran una mezcla de Roger Dean y Magritte. Me encantaba ese surrealismo, lo que pasa es que con el tiempo fui adquiriendo prejuicios negativos respecto a ese lenguaje, hasta que por suerte empecé a dibujar con acuarelas, me liberé de los prejuicios y pude seguir con esa estética. (4)

Algunos ejemplos: un globo ocupa el espacio de un globo terráqueo, o las letras AM y PM emiten sombras que se ubican exactamente donde se ubicarían las horas que indican las abreviaturas. Como en Le Paysage fantôme de Magritte, que muestra una cara de mujer con la palabra “montaña” cruzándola, Macchi ideó una cabeza cuyos rasgos estaban dibujados con los nombres de los mares y océanos. Como Magritte tiene Les Amants, Macchi tiene su Cool Love (1997). Como en la mujer del artista belga, cuya piel deviene madera, Macchi dibujó dos casas incendiadas cuyos fuegos se transforman en cabezas besándose. Incluso la clave magritteana está presente en algunas de sus series menos evidentes, como en aquellos dibujos repletos de obsesiones eróticas, en los que unos pechos femeninos son como emanaciones de ventanas, o dos cabezas masculinas se ven como pezones en pugna.

Ficciones, inversiones, paradojas y metamorfosis, todo apunta a desplazar el “buen sentido” y el orden de la Idea, de lo previsible, de lo cognoscible. Pero lo más propio de Macchi es, en realidad, algo que expande las paradojas de Magritte, los imposibles borgeanos o la locura cortazariana hacia un plano “real”. Las cosas están animadas por un desorden, por una libertad inédita de sus elementos o de sus efectos. Si Max Ernst dijo que las obras de Magritte eran collages “enteramente pintados a mano”5 (los trastocamientos del collage aplanados en un cuadro), si Borges o Cortázar operan en la intimidad mental de la fantasía, en Macchi se trataría, en la mayoría de los casos, de objetos paradojales enteramente construidos en el mundo real. Y en este traslado de la idea a la tridimensión se produce un extrañamiento adicional, porque la ficción deja de ser especulativa o proyectual (como en el dibujo, como en la pintura) y pasa a materializarse y a participar de la contundencia de las cosas existentes. Por esta traducción es que las obras de Macchi están caracterizadas por una especie de brutalismo muy singular, que no tiene que ver con modos de realización, sino con el sobrepeso que adquieren las especulaciones y las anomalías en su pasaje a la materia.

Esto es clarísimo en las obras en las que la luz se ha solidificado, como Still Song (2005), que presenta un espacio completamente agujereado, como tiroteado por los efectos de luz de una bola de discoteca. Recordemos otras obras que actúan en esta misma dirección: Iluminación (2012), en la que haces de luz de distintas linternas se han solidificado en cemento, conformando una escultura; o instalaciones como Refracción (2012), un espacio con una serie de enormes vigas verticales que aparecen ligeramente dobladas, como si los efectos ópticos de una situación de refracción hubieran afectado la forma de las vigas de manera definitiva. Estas investigaciones con lo inmaterial operando sobre la materialidad del mundo vienen desde lejos, incluso desde comienzos de los años 90, cuando Macchi expandía los espejos con una suerte de bolsas plásticas transparentes, como intentando delimitar o encerrar sus reflejos. En estos pasajes de la especulación a los objetos o a las instalaciones la ficción conquista lo real, y Macchi logra desplazar la tradición literaria que lo nutrió para enrarecer el panorama de lo existente. La tentativa de lo imposible anima las cosas.

(Estas obras de Macchi sobre las luces y reflejos devenidos en cosas me recuerdan ese procedimiento magritteano del que habla Foucault consistente en que el título del cuadro afecte al cuadro, como en el famoso Le soir qui tombe, donde hay una ventana, cuyos vidrios se han roto, que da a un paisaje en el que empieza a atardecer. En esta obra, son las palabras del título del cuadro las que han actuado físicamente sobre la imagen: la noche, cayendo, abandonó la dimensión de la metáfora y rompió el vidrio de una ventana).

Hay otro procedimiento de inversión surrealista en piezas como Reacción (2011), una estructura de vidrio transparente con forma de valla policial. Ella proponía una situación de inversión por la cual aquello que debe ser visible, contundente y físicamente resistente como para detener una “reacción” de multitudes es, en cambio, liviano, frágil y transparente. Al revés que las obras que tornan materialmente pesados los efectos de luz, aquí lo metálico se vuelve etéreo. Ésta sería una versión de lo que Michel Foucault denominó, en su estudio sobre Magritte, “asimilaciones sustanciales” entre imágenes. (6) “Para mí esa obra era una barrera invisible y frágil, o sea, todo lo contrario de lo que es una valla”, sostiene Macchi. “La omnipresente paradoja estaba ahí. No esperé que pasara nada. Realmente pensé que la gente iba a tener tanto miedo de que se rompiese que ni se iba a acercar. Pero sucedió”. (7) La escritora Matilde Sánchez, autora de la novela Los daños materiales, pasó con su cartera demasiado cerca de la obra, la tocó y ésta se destruyó. “Reacción era todo lo contrario de un ready-made a lo Duchamp. Se trataba de una artesanía perfecta, sobreconstruida”, escribió Sánchez después del accidente. “En todo caso, era un ready-crash, contenía su desenlace. Modestamente, creo haber obedecido su mandato”. La pieza, con su cuasi virtualidad, enunciaba la inminencia de su propia destrucción: una valla de vidrio solo existe como obra en cuanto pone de manifiesto su inutilidad radical y su fragilidad. El accidente era (en potencia) el corazón de la pieza. (8) El vidrio roto, que había aparecido en Vidas paralelas y reaparecido en Buenos Aires Tour (2003), irrumpía para quebrar el control estático de la pieza, para desafiar su ser cosa y empujarla hacia el acontecimiento puro.

*

Como en Magritte, en Macchi las obras no se construyen a partir de un proceso de invención libre (en el que lo surrealista es aquello que más lejos está de lo existente), sino de procedimientos de observación de la realidad y de un posterior traccionamiento de ésta hacia la ficción. Exagerada, extralimitada en sus capacidades físicas, la realidad es empujada hacia un misterio del que ella ya participa. Vemos entonces la diferencia entre invención y ficción. La ficción, que es esencial en el Macchi de los objetos e instalaciones a los que nos estuvimos refiriendo, no sirve a la invención, sino que opera a partir de la observación de los misterios inscritos en lo cotidiano.

En los últimos años Macchi retomó la pintura, que había dejado a comienzos de los 90, cuando empezó a abrir el espectro de materiales, soportes y escalas en su trabajo. En el marco de este texto, me interesa señalar un hecho curioso de este retorno. ¿Qué hace Macchi en sus pinturas? Pinta imágenes que parecen provenir de fotos tomadas por él. Con esto quiero decir que ya no hay ficción, no hay transformación de la realidad, sino solamente un trastrocamiento de la escala, de la textura y del contexto de las imágenes. Aquí el pasaje de esas imágenes al cuadro es el principal factor de extrañamiento, lo cual representaría el procedimiento inverso al de sus objetos e instalaciones. Si en éstos operan saltos hacia lo imposible, en los cuadros Macchi solo documenta una observación; el extrañamiento está localizado en la representación.

La señalada (2015) es un ejemplo clarísimo de esta nueva austeridad de procedimientos que Macchi encontró en la pintura. La escena representada es una ventana doble de madera rústica con una cortina traslúcida, vista desde afuera. En vez de verse el interior, se ve un horizonte apenas montañoso reflejado en los vidrios de la ventana, que estaría detrás del fotógrafo. Por alguna disparidad en la posición de uno de los paños de la ventana respecto del otro, el reflejo del horizonte está desfasado de un paño al otro. Hay, entonces, un misterio en la imagen, en la diferencia entre una mitad y la otra, en la imposibilidad de ver hacia adentro, y un misterio adicional que estaría dado por el hecho de que una imagen con una singularidad tan módica, con una rareza tan sencilla, haya sido elegida para ser pintada.

La etapa pictórica de Macchi se diferencia, entonces, del resto de su obra, porque en ella la intervención del artista sobre las cosas es casi mínima. Macchi conquistó un espacio en el que no necesita efectos. El misterio está ahí, en las cosas mismas, y la pintura lo reinscribe enfáticamente en la tradición surrealista.

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Habría que ser demasiado simple para creer que el pensamiento es un acto simple, claro en sí mismo, que no pone en juego todas las potencias del inconsciente y del sinsentido en el inconsciente. Las paradojas solo son pasatiempos cuando se las considera iniciativas del pensamiento; pero no cuando se las considera la “pasión del pensamiento” que descubre lo que solo puede ser pensado, lo que solo puede ser hablado, que es también lo inefable y lo impensable.(9)

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1. Agradezco a Fabio Kacero por sus comentarios en este sentido.
2. Del arte conceptual, Macchi toma fundamentalmente la economía formal y la elección estratégica de materiales y lenguajes.
3. Olveira, Manuel, “Menos inermes pero no seguros”, en Jorge Macchi, Anatomía de la melancolía, España, Centro Galego de Arte Contemporánea, Xunta de Galicia, 2008, p. 73.
4. Conversación con la autora, noviembre de 2015.
5. Clair, Jean, “Le Visible et l’Imprévisible. Sept prolégomènes à un petit traité des tropes Magrittéens”, en Retrospective Magritte, Bruxelles, Palais des Beaux-Arts, 1978, p. 34.
6. Foucault, Michel, Esto no es una pipa. Ensayo sobre Magritte, Buenos Aires, Editorial Eterna Cadencia, 2012, p. 58.
7. Conversación con la autora, septiembre de 2015.
8. Sánchez, Matilde, “Crónica de un daño insólito en Proa: ‘Ya soy una enemiga del arte’”, Clarín.com, 26 de enero de 2011.
9. Deleuze, Gilles, Lógica del sentido, Buenos Aires, Editorial Paidós, 2005, p. 92.

La cathedrale engloutie: Music as Specter. Alejandra Aguado.

(Catalogue of the exhibition Music Stand Still at S.M.A.K. Belgium, 2011)

Music is an echo of the invisible world.
Giuseppe Mazzini

 

The power of Jorge Macchi´s work, lies as much in what is said as in what is kept silent. It could be said that his work vacillates between large presences and absences: almost ghost-like, it operates according to what is revealed or vanishes in situations that perplex us. One of the major entities or phenomena that undergoes this manipulation in his work is sound, which comes before us in a wide variety of intensities, from mute evocations to elaborate compositions. Macchi’s particular fascination with Claude Debussy’s work for piano The Sunken Cathedral (1) might allow us to begin to understand the intention that lies behind the changes that the state of sound experiences in his work (and also to evidence a number of its recurring themes). Based on a Breton myth in which a cathedral emerges from the depths of the sea on clear mornings as a reminder of a lost city, Debussy’s piece alludes to the sound of that cathedral’s bells and its organ as it travels from the bottom of the ocean to the surface and then sinks again, moving into the distance. Like Debussy, Macchi discovers something hidden and gives voice to something supposedly mute. He also shares Debussy’s determination to communicate the existence of something as a sort of sensorial experience: things aren´t declared or described, but felt on the surface of the skin. Furthermore, Macchi is inspired by the same movement between sinking and surfacing. In a progression like that of the music of the cathedral, Macchi’s work conveys a sound sometimes hushed, as if the artist had smothered it or it had been swallowed up or infected by the material; timidly brought to the surface from a parallel or underground world; and uncovered or revealed, as if it were part of the very surface of things, coming before us like a revelation.

The relationship between Macchi’s work and music is not coincidental. From early on, he was captivated by music and decided to study piano at the age of fifteen. But he had to work his way around his difficulty reading music to be able to make progress. According to Macchi, that impediment meant that he would memorize the pieces he wanted to play, which implied an endless and arduous struggle against forgetting:

When I was a teenager I decided to learn piano. I studied intensely for eight years. But I had two serious problems: I had no ear, and it was difficult for me to read sheet music. I’ve always admired people who sit down in front of a score and begin to play. That was something that took me months. And because it was so complicated, by sheer will I made myself learn the music by heart as quickly as possible. But in order to retain the notes in my head, I needed to play all the pieces I knew every day. As soon as I stopped playing them, I’d forget them and I had to return to the torture of the score. During a certain period, I didn’t have a piano. Then, when I finally did have the possibility of getting a piano again, I felt incapable of doing anything with it. I couldn’t remember the pieces I had once known, I couldn’t improvise, and I couldn’t read my old sheet music. (2)

By the time Macchi gave up the piano, his artistic inclination had begun to veer towards the visual arts. But he was never far from music and the elements that make up its world: these became key to his visual art, which is steeped in the imaginary of music. Though seemingly irrelevant to the analysis of the work of a visual artist, this anecdote about Macchi’s relationship to music contains a number of elements that persist in his work at the level of motif, theme and resource: the loop or a detained, circular and interminable time that, as the anecdote tells us, indicates a need to repeat in order to avoid forgetting; the race against time –the desire that it be put to a halt in order not to lose memory; the awareness and fear that anything can happen at any moment, like forgetting or error; the experience of the nightmare or of insomnia, a sort of torture in which one does not fall asleep to keep from forgetting; frustration; threat; vanishing and emptying out, as with the loss of memory; the act of grasping onto something, usually something fragile or weak, like a memory or a piece of paper; and the pursuit of a task that we cannot avoid. A collection of small dramas that ensues between love and lovelessness, encounter and misencounter and that, in his work as a whole, explore themes like the unfathomable nature of time and fate, the fleetingness and fragility of existence and its ultimately solitary and mysterious quality.

There are several possible ways to discuss Jorge Macchi’s artistic project: in terms of the media that he uses (drawing, painting, collage, sculpture, installation, photography, video, performance); in terms of the pivotal points around which his work revolves (light-darkness, sound-silence, emptiness-fullness, presence-absence, chance-fate); in terms of the daily objects that he chooses, like the elements that order and structure the world (maps, newspapers, punctuation marks, sheets for writing, travel guides, music stands); in terms of elements like water, light, music, shadow, mirror; or in terms of the exploration of recurring ideas like fate, emptiness, solitude, loss, disappearance, accident and frustration. This text focuses on works in which the motif of music plays a key role on either an auditory or visual level. Through them, it will attempt to discover the strategies and elements that render Macchi’s work a magical and highly suggestive place where certainties are blurred and we are invited to experience a reality in which what is barely seen and barely heard takes on a complex, dramatic and unusual presence.

Preludes

In 1993, Jorge Macchi created the work Pentagrama [Pentagram]: a pillow held against the wall by five parallel strings; at the end of the strings, which run across the pillow horizontally, there are springs. This is probably the first work by Macchi that makes such direct reference to music and that connects it to sleep –or to nightmare and insomnia. Anticipating the synthetic and concentrated nature of Macchi’s future work, in this image the everyday objects exhibited vacillate between a zero degree of meaning (by which I mean the objects’ meaning and basic functions: these objects are what they are and do what they do: strings, springs and pillows that hold each other up) and an unpredictable extension of their possibilities in terms of meaning and suggestion.

What do we see beyond these objects? Beyond a pillow held against the wall by the brute force of some strings that keep it upright, that don’t let it sag or fall? Might the vibrations of what resonates in the form of the pentagram have been smothered or absorbed by the feather object? What is this asphyxia, this silencing? There are no clear answers. The meanings of this work –and this holds true for all of Macchi’s work– are not definite, stable or univocal. But they somehow convey a series of sensations that come before us as undeniable truths.

Pentagrama is one of several mute works: silenced musical presences. In them, there is a certain sense of unease due to looking at a musical element in absolute silence. And from this conflict many others arise. The sculpture Music Stands Still (2007) consists of three music stands on whose structure are written the words that create the title’s pun. The work thus contradicts the temporal nature of music, freezing it, placing us in a state of limbo between silence and the possibility of sound that will never come. Here, the natural course of things is frustrated, infecting the viewer with a desire for that endless silence, that stillness prior to existence, to be done away with. In Nocturno [Nocturne] (2004), we come upon a sort of act of revenge against the support of musical notation: two pages of sheet music are passionately, almost violently attached to the wall by too many nails which also serve to replace the notes in the melody, both writing it and covering it up. The nails cast a shadow, a dark cloak, over the pages, covering the score. 5 Notes (2007) is another sheet of music that hangs in the wind from five wire strings that pierce the sheet at five spots, thus indicating the notes of a possible melody that is at once written and erased (perforated). 85 cajas vacías [85 Empty Boxes] (2010) consists of black and white rectangular boxes placed on the floor to give shape to a life-size piano that seems to have lost its ability to emit sound: the hollowness of the boxes evokes a sound sunk and emptied into the floor, a sound that has crossed over into an underground world.

If in these works contradiction is the primary means of generating a sense of strangeness, in others this contradiction is furthered by the fact that the objects involved are dominated by strange forces. In Still Song (2005) –whose title returns to the theme of immobility– we are faced with the impossible fact that, in an almost indecent exhibition, the rays of light emitted by a disco ball hanging in a well-lit room have perforated the walls where the light has hit in an inconceivable act of materialization. In the artist’s book La Ascensión [The Ascent] (2005), the lines of the pentagrams on empty sheet music gradually ‘ascend’ page after page, moving towards the upper end of the page until they collapse into it. Shy (2008), on the other hand, consists of smooth white sheets hanging from the wall. We can see the lines that make up the pentagram drawn on the wall behind the sheet, as if they had withdrawn, seeking refuge behind the piece of paper.

In these extremely simple, easy-to-make works –they are not the result of an elaborate composition but of a simple, though astonishingly precise, movement– we see a strategy common in the art of Jorge Macchi: presenting us with actual unforeseen juxtapositions that unleash revelatory visions, juxtapositions of supposedly unrelated, distant or opposing entities that meet and imbue one another. The revelation does not ensue in the work itself –there is nothing explicit here– but in the viewer: it is an idea that comes to us as a result of this somewhat coincidental and unlikely combination. It is like a vision, a hallucination that takes place in the blink of an eye and that leaves us with the feeling that, if we blink again, we will quite likely no longer see what we have just discovered and everything will go on being simply what it is.

As these works demonstrate, the everyday and the minimal are essential points of departure in Macchi’s artistic practice. Indeed, it is through the lifelike facade of his works that the spectral is felt. So obvious and common, the ordinary mocks us as viewers; apparently unmodified, it makes us doubt, take a second look and then discover what’s strange. The bareness of the banal, its plain, pure, unadorned presentation –in the work’s formal sobriety and austerity, even representation borders on abstraction– is what allows these things to walk the line between going unnoticed and providing us with an image from a daydream. (3)

Along these lines, and considering Macchi’s fondness for the 19 th- and 20 th- century story tradition, the concerns of his art are akin to those of the Argentine writer Julio Cortázar; in the realm of the visual arts, Macchi’s work seems to create an effect similar to the one experienced upon reading Cortázar’s stories in which, almost without realizing it, without understanding how or when or why, reality –or the world as we know it– is suddenly upset by strange phenomena. Macchi himself recalls that ‘what I liked about those stories was their ability to relate normal things that gradually change until turning into something like torture, … [and] that naturalness bared of fluidity’. ‘[I was interested in] how, through thought or observation, something normal becomes something strange’ (4). Something that provokes what Cortázar himself called ‘the sense of the fantastic’, experienced in

those situations, those eruptions, those so-called coincidences where suddenly our intelligence and sensibility are seized by the feeling that the laws that we usually follow do not apply entirely, but only partially, or are undergoing a state of exception. That sense of the fantastic, as I like to call it because I believe that it is mostly a sensation, a somewhat visceral one at that, has been with me since the beginning of my life .… I have always felt that between two things that seem perfectly defined and separate, there are gaps through which, for me at least, something that could not be explained by laws, logic or rational intelligence would slip. …. That sensation … could be called estrangement (5).

Nocturnes

If Pentagrama was Macchi’s first work that made explicit reference to music, his first work withmusic was Música incidental [Incidental Music] (1997), created in London during a residency at Delfina Studios. The title of the work refers to music conceived to accompany non-musical forms like a play or radio program. The work consists of what appear to be three pages of sheet music (230 x 150 cm) with no notes; the lines on the sheets are randomly interrupted by small blank spaces. Upon moving closer, it becomes evident that the lines are formed by text taken from newspapers –articles about crimes and accidents– and that the blanks are the spaces between news items. A set of headphones hanging down in from of the sheets transmits a sad, almost lugubrious melody played on a piano. Upon moving farther away, the blanks are revealed to be the notes that make up the melody being played.

The power of this work resides in the unexpected correspondence between the tragedies related in the articles, the shape they assume in both the pentagram and the written music, and the fact that that written music gives rise to a melody that seems to have been composed specifically as an homage to these ordinary people, these fleetingly famous victims of a misfortune who, just as they lost their lives, will most likely lose their spot in the public eye as soon as tomorrow’s paper comes out. The word ‘incidental’ in the title alludes not only to the music that accompanies a certain mood but also to the accident or random event that caused these things to come together. Macchi’s work attempts to prove that, in fact, this was not the work of chance but of fate: everything turned out as it had to.

This coming together also ensues between the support and sound. Time and again in Macchi’s work, music does not seem to need writing but rather to do away with the support or the structure that would make its writing possible: the pentagrams in Música incidental bear the music written on them. And that is where, in my view, the communicative power of the work lies: form and content have become indivisible. And this maximum reduction is the source of the work’s multiple meanings. To speak of an early parallel, we could say that, obliquely, something similar happens in Horizonte [Horizon] (1995), a postcard-size image that is half sea and half sky whose horizon is extended beyond the photograph by two springs: this small object holds infinity.

The source of the sound in Música incidental is the reading of a drawing or visual pattern. It is gathered from the marks left by the order of the news articles and the way they extend on the page, a strategy that suggests, in a certain way, that everything might have music in its form. What allows that to be discovered, at least in this case, is attention to structure –sheet music as the support of writing– not the supposed content of things. Similarly, in other works the marginal, the grid, the background, the base or the frame is the initial source of that perhaps obvious yet indescribable charge –that basic, almost metaphysical content– in a sort of silent revolution of what goes unnoticed, of excess and remains, of specter. In La canción del final [The Song of the End] (2001), for instance, the credits of a film take center stage. Blurry, the lines of text scroll up the screen; each line is a sound that, we gather, is related to the length of the line, thus producing a piece of music and becoming a drawing-text. A similar formal strategy is used in Caja de música [Music Box] (2003-4), a video that, at first glance, appears to be the simple recording of the vehicles that circulate along a six-lane highway accompanied by the crystalline sound of a music box, the object in the title. Upon closer look, though, we realize that the musical notes are sounded by the vehicles that appear in the shot: the sound emerges at the moment that each car ‘strums’ or goes under the square that frames the image, as if it were the metal roller into which the music box’s rivets (cars, in this case) collide. Thus, the frame and the image that it frames collapse, coming together at the same level, giving shape to a musical device whose ‘mechanics is revealed’ to the viewer as the spirit that governs the movement of things.

In works like Caja de música, the choice of the musical instrument is crucial to the emotional quality of the work since it has to do with the work’s referential power, the world it evokes, everything it says to our imagination and memory. Often, instruments and compositions (the results of the scales chosen) bring with them a feeling of nostalgia, a charge that is at once ingenuous and dark or grave. In Caja de música, the instrument suggests secret and intimacy. It is a symbol of the past, of something lost. At the same time, the loop of the music box evokes something eternal, something without time. Furthermore, music boxes are usually observed alone, thus making reference to introspection and the contemplation of something treasured. In this case, the video conveys all that symbolic weight: that parallel order, that world that goes unnoticed becomes a hidden treasure.

Indeed, Macchi has actually performed daily acts to set off devices to generate music. Little Music (2008) –created in conjunction with the Argentine musician Edgardo Rudnitzky for Prospect 1, the New Orleans Biennial curated by Dan Cameron– is a good example of this. For this work, the physical act of pedaling is what reveals melodies. Intending to create a work that would dialogue with the city, Macchi and Rudnitzky manufactured five paddle boats like the ones traditionally used at the City Park before the devastation of Hurricane Katrina; the public would be able to use the boats in Bayou Saint John. According to Rudnitzky, the creative search found its course when they came upon a phrase that went something like, ‘until music comes back to New Orleans, New Orleans will never be the same’. This led Macchi and Rudnitzky to think ‘about the lack of music in a city of music’ (6).This reflection, along with the African roots of the local population and its music, inspired them to conceive of five boats whose paddles, turning to the rhythm of the pedaling, would sound a kalimba (‘little music’ in the Bantu language), a modernized version of the African instrument the mbira: the paddles play the metal keys whose sound is then amplified by a sound board attached to the boat. For the viewer, the music generated by a boat is a sweet surprise: a sound whose color sets off associations with Africa, with percussion, even with childhood. Music that awakens and comes from the water in an act of return, a brief recovery of something in which the environment itself resonates. The loop and magical harmony produced when all the boats are in motion is like an echo, an homage, and even perhaps a call to those musicians who have not returned after the tragedy. As the boats meander through the channel, the music, to those standing still, moves away and comes closer, further heightening the insinuated, even slippery nature of the work’s presence. At the same time, here the viewers are the ones who execute the work: they must become participants in the ceremony that, regardless of its joyful and leisurely spirit, is necessarily an act of social and historical consciousness. The work and what it sets off become hope and optimism: its very nostalgia is the seed of a music being born, a music that returns, a music that bears the healthy lightness and innocence with which a child plays music.

Suites

Little Music was not the first collaborative piece by Macchi and Edgardo Rudnitzky. In 1998, back in Buenos Aires after his residency in London and motivated by his interest in theater, Macchi participated in the Taller de Experimentación Escénica, an initiative of the Fundación Antorchas that emphasized interdisciplinary work between visual artists, musicians, writers and theater directors. That is where he met Rudnitzky, one of the project’s coordinators, with whom he started collaborating (indeed, they still work together). Since 2003, they have created joint works like Buenos Aires Tour (2003), La Ascensión [The Ascent] (2005), Twilight (2006), The Singers’ Room (2006), Streamline (2006), Fim de Film (2007), Little Music (2008) and Last Minute (2009). In these projects, Rudnitzky’s collaboration has not only provided a more complex music or sound composition and a wider range of instruments in keeping with their spirit; it has also –thanks to his experience as a percussionist and his interest in the physical mechanisms that generate music, in the object that produces sound– afforded the possibility of bringing those mechanisms to the sphere of daily acts and movement in space, which is what will be discussed here. At the same time, music would continue to play a key role in the environment surrounding and the production of the phenomenon experienced by the viewers, broadening, through the instruments chosen, the content of the work.

In opposition to the common belief that the present is fleeting, many of Macchi’s works –and of the ones he has made with Rudnitzky– attempt to hold us in the present; they pervade us with the feeling that time has stood still or that we have broken into a realm where time passes differently. This phenomenological effect is created through exhibiting time: clocks appear throughout these works, consuming and displaying the time they are charged to measure. The movement of the second hand that, again and again, counts out a minute in the work Last Minute (2009)–an installation Macchi and Rudnitzky made for the Pinacoteca of São Paulo, Brazil– condenses that sense of the perpetuation and exhibition of the present. Located in an octagonal space that acts as a quadrant, the work consists of a clock with a single, six-meter-long hand, a red second hand that, in the course of exactly one minute, rotates around an axis in the middle of the room. The second hand is surrounded by a circular rail of sixty bars that, when seen from above (which is possible due to the double-height ceiling), complete the outline of the clock. As the needle rotates, we hear a strange sound, a sort of high- and low-pitched interference, a faint sound –inaudible to our ears– that microphones and speakers strive to amplify, as if breaking the sound barrier on the side of silence. Technically, the second hand, during this minute of time, reads the architecture –the floor, to be precise. What we hear, though, is the voice of a place and of time –a short time, measured in small marks which, when amplified, render time a real presence as well. All that happens during this time is time; the change in our habit consists of the invitation to participate in a purely contemplative act where what is heeded is time itself, not what happens in it.

If, then, in some works we are made to appreciate time as such, in others the experience of time is taken to a more unusual extreme: it is, in a certain way, slowed down; the time that we know, the time in which things happen, undergoes a transformation.

In Twilight (2006), for instance, the fleeting ceases to be fleeting. A wholly bare work, the installation consists of a light bulb that slowly swings across a room, gradually turning off along the way. The work enacts, then, something that usually happens in an immeasurable and imperceptible fraction of time. The light bulb’s journey takes twenty long and dramatic minutes during which we hear music played on a glass harmonica (an element produced by Edgardo Rudnitzky); gradually, the music turns into noise. By the time the light bulb has come to the end of its course and the light has entirely vanished without our having realized it, the sound that we hear is only the echo of the music played minutes before and now no longer being played. And the energy that has been electrically and melodically displayed has vanished. The light turning off becomes a slow extinction, a sort of lethargy that even physically infects the viewer, who feels something has been taken away from him. The awareness of the lack of light is also slow to set in: as the light bulb dims, the viewer’s vision grows used to the penumbra. And what ‘goes by’ leaves traces in its wake: the light is doubled in its music and the music in its echo. Each one becomes the other’s ghost. In a strange dilatation of time in space and of being in time, the work leaves us with a sensation akin to the one described in ‘Dicotomía incruenta’ (Bloodless Dichotomy), a poem by the Argentine writer Oliverio Girondo:

My hand always arrives
later than another hand that mixes with mine
and forms one hand.
When I go to sit down
I become aware that my body
is sitting on another body that has just sat down
where I am sitting.

And in the precise instant that I enter a house,
I discover that I was already there before I ever arrived.

That is why it is quite possible that I won’t attend my burial,
and that while they shower me with commonplace sayings,
I will already be in my tomb
dressed as a skeleton,
yawning at the phony expressions and weeping. (7)

In addition to highlighting Macchi’s interest in the experience of time, Last Minute and Twilight show, in the case of the first, his interest in interaction with architecture –which, in his installations, becomes the daily object rendered strange– and, in the case of the second, in theatrical sets –dark spaces with precise lighting are found in most of Macchi’s installations, which are steeped in a sense of mystery. These two aspects have been combined to great success in La ascensión [The Ascent] (2005),created in conjunction with Rudnitzky for the Argentine delegation to the 51st Venice Biennial. In this installation, the simple placement of an object in a given context manages to trigger an array of meanings and sensations which allow us to vacillate between spiritual elevation and earthly lowness.

La ascensión was made in an 18 th century Baroque building, the seat of the Oratory of Saint Philip Neri. The ceiling of the almost perfectly square building is decorated with a fresco of the Assumption of the Virgin Mary in a curved and counter-curved frame. Like the rotation of the hand of the clock and of the pedaling, and like the loop mechanism of the music box, here once again Macchi intervenes in the space with an element that alludes to what could be endless movement: directly under the fresco, he installed a blue trampoline that precisely replicates the shape of the fresco. The trampoline is a sort of fallen version of the fresco. During the night of the Biennial’s opening, an usual concert was held: a piece that Edgardo Rudnitzky had composed for viola da gamba (an instrument in the European musical tradition) and trampoline was played. An acrobat jumping to the rhythm indicated by the composer, who was also the conductor, accompanied the performer playing the stringed instrument. In subsequent days, the recording of the piece would be heard as part of the installation. In the penumbra of this solemn space, this space of ritual, worship and introspection, the absurd appearance of the trampoline unleashed a series of ambiguous and contradictory –indeed even mocking– thoughts and images, dictated by the superimposition of trampoline and ceiling, land and sky, the fiction of the image of the virgin and the material and finite reality of the blue surface, the miracle of a permanent ascent and the earthly leap that irremediably returns you to earth, insinuating the possibility of a fall to something even deeper. The work entailed the humor of the virginal blue of the trampoline –stretchy and tempting– alongside the immaculate religious figure; the solemn and elegant tone of the viola da gamba alongside the crude and vulgar bouncing of the acrobat; the respect and seriousness imposed by a religious place alongside the lightness of earthly pleasures and mere amusement. An Yves Klein blue suggests the possibility of a blind leap but, in the end, marks the limit of the material.

Restricted light focused solely on two objects served to guide attention to this vertical stretch from floor to roof. C. Auguste Dupin, the character in Edgar Allan Poe’s story ‘The Purloined Letter’, observes that ‘If it is any point requiring reflection, we shall examine it to better purpose in the dark’, inciting an analysis of a “simple and odd mystery” that might be ‘too plain’. Perhaps this is the very reason that the lighting in Macchi’s installations is so bare and precise, combining dramatics with the need to evidence what, because so simple, could go unnoticed. In this case, that is the mirroring of the trampoline and the fresco, illuminated as a means to indicate those things whose nature has been penetrated as if by a gust of wind. Furthermore, this sparse lighting gives the work a theatrical quality that accentuates the performative and musical quality of its components. And in the endless bouncing of the acrobat, the music reinforces this presence of the strange, of that which is asserted and denied; it is constituted in the revelation itself. In addition to alluding to the original function of the oratory and of bringing the space back to life as such (8), the music is the signal that uncovers the paradox. It is not background or accompaniment, but fiction and ritual. Thus, like the shadow that rises above the sheet music in Nocturno, the sound of the acrobat is projected onto the image of the Assumption, dimming it.

Music runs through Macchi’s artistic practice as form and content, causing it to resonate and ordering an existence whose nature is unknown to us. Music dresses and undresses the object or the aspect of daily life on which the artist focuses, giving us a hint about how to penetrate that parallel world that he sets before us. The temporal and emerging nature of music–the fact that it ‘happens’ in time– heightens the visionary and mysterious quality of Macchi’s work, as his work happens at the moment that, in our consciousness, we catch a glimpse of that strange presence, that surprising image, that coexistence of opposites. Like a specter –and like that cathedral that reemerges in memory of a lost city to which Debussy referred– music comes before us as apparition, as consciousness, as mirage and duplication.

In his essay ‘Image and Text’, the German philosopher Hans-Georg Gadamer asserts that the art of his (and our) time has something to say and that its messages are held in ‘gestures’:

What a gesture expresses is ‘there’ in the gesture itself. A gesture is something wholly corporeal and wholly spiritual at one and the same time. The gesture reveals no inner meaning behind itself. The whole being of the gesture lies in what it says. At the same time every gesture is also opaque in an enigmatic fashion. It is a mystery that holds back as much as it reveals. For what the gesture reveals is the being of meaning rather than the knowledge of meaning. (9)

Macchi’s works seem to reproduce themselves in a series of gestures, of enigmas that we recognize but cannot fully grasp, of warnings that tell us that there is something else out there. If, as the Romantic writer and composer E. T. A. Hoffmann is claimed to have said, ‘Music begins where language ends’, in Macchi’s art music serves to reinforce the work’s ability to suggest, to communicate in such a way that the audience can sense the presence of what’s exposed without ever fully comprehending it, thus collaborating by spreading sensations rather than knowledge and allowing those sensations to communicate with the power of truth that so convincingly speaks to us in poetry, the imaginary and, indeed, music itself.

 

Notes

1. In an unpublished interview with the author on 15 October 2010, Jorge Macchi said in connection to his experience studying the piano: ‘I remember one piece that I have always loved –Debussy’s “The Sunken Cathdal”, which I studied on my own on the basis of a record I had. I looked at the score and figured it out. It was one of the last pieces that I ever read. It seems a little ominous in relation to my work because that sense of progression, of disappearance, of what happens with sound is connected to this piece, behind which there is a literary story: Debussy composed it thinking about the sound that might be made by the bells of that church underwater. There are a lot of things in that piece that have been constants in my work: sound, water, the relationship between them, disappearance’.

2. ‘Jorge Macchi by Edgardo Rudnitzky’ in Revista BOMB, New York, USA, 2009.

3. Macchi’s work seems, on the one hand, conceptual due to its austere, cold and minimalist appearance, its delicacy and formal solemnity, the absence of color or the indistinct quality of the white, gray, brown and black tones he uses, and an assemblage whose meaning is resolved in the viewer’s mind. Another side of his work, however, is by no means bound to a conceptual logic. On the contrary, his work often presents us with situations that defy logic and have a strong surreal component. Indeed, Surrealism is what allows the artist ‘to connect with the strange’, which is crucial in his work; he states, ‘If I had to define what art is I would say that it is what generates a sense of strangeness’. And strangeness is what overcomes you when the complexity of what comes before you forces you to ‘make an effort to stop trying to understand to better absorb that complexity’ (from an unpublished interview with the author, 15 October 2010).

4. Unpublished interview with the author,

15 October 2010.

5. Cortázar, Julio, ‘El sentimiento fantástico’, reproduced in Spanish at

http://www.juliocortazar.com.ar

6. Correspondence with the author,

9 November 2010.

7. Reproduced in Guido Indij, Sobre el tiempo, La marca editora, Buenos Aires, Argentina, 2008, p. 288.

8. The oratory was not only a place to withdraw to in order to pray, but also a place where musical compositions on the sacred, also called ‘oratory,’ were played.

9. Hans-Georg Gadamer, The Relevance of the Beautiful and Other Essays, Cambridge University Press, Cambridge, 1998, p. 79.

La anatomía de la melancolía. Gabriel Pérez Barreiro.

(Catálogo de la muestra monográfica, Santander Cultural, Bienal del Mercosur, Porto Alegre. Brasil, 2007 )

“Show me slowly what I only know the limits of”
Leonard Cohen

 

1. El objeto ansioso

En el primer contacto, la obra de Macchi provoca una impresión desconcertante: la de hallarnos frente a una incertidumbre de baja intensidad y, al mismo tiempo, poderosa, escondida dentro o detrás de un objeto que, en principio, se anuncia a sí mismo como algo formalmente puro e inocuo. Dicho de manera más simple, la obra de Macchi puede ser entendida en términos de la diferencia entre la comprensión lógica que tenemos del mundo y nuestra experiencia sensible de él. En palabras de Clarice Lispector, “Pensar é um ato, sentir é um fato” [Pensar es un acto, sentir es un hecho], un modo maravillosamente conciso de expresar la relación entre pensamiento y emoción.
En una obra temprana como Escalón, el simple hecho de presentar un solo escalón, sustraído de una escalera, cambia nuestra lectura del objeto de modo tal que, de pronto, lo vemos como un ataúd irregular y extraño y, a la vez, como una escalera que no lleva a ninguna parte, como un escalón en el vacío. Esta forma de encuentro de distintos sentidos sobre un mismo objeto es típica del afán de Macchi por producir múltiples capas de resonancia. Casi como si el objeto estuviera dentro de una cámara de ecos donde la memoria personal se choca con ideas filosóficas. Ahora bien, para que esta resonancia sea posible, el objeto tiene que conservar como cualidad básica un obstinado silencio, es decir, no es posible hacer demasiado explícitas sus intenciones sin que la obra corra el riesgo de volverse didáctica o meramente ilustrativa.

El hecho de que Macchi evite lo ilustrativo o lo didáctico es, a la vez, una elección personal y síntoma de un momento histórico. Si el término “arte post conceptual” existiese, se aplicaría perfectamente a su obra. Crecer en los años ochenta en Buenos Aires implicaba vérselas con un panorama artístico dividido entre la herencia de los conceptualistas políticos, reunidos en torno a Jorge Glusberg, y la pintura expresionista de gran escala, cuyo epítome era Guillermo Kuitca. A riesgo de simplificar excesivamente la cuestión, podríamos decir que Macchi suma el contenido expresivo y psicológicamente cargado del pintor al lenguaje visual claro y puro del conceptualista. Pero, por supuesto, donde su obra difiere es en el carácter no narrativo de la expresión. Más que crear escenarios dramáticos o retablos, la obra de Macchi espera que el espectador aporte asociaciones y haga su propia lectura. En tanto no se apoya en una escena ya armada o en un pretexto conceptual, la obra corre un riesgo mucho mayor de ser incomprendida o tildada de hermética, pero es precisamente esa sensación tan cautivante de querer asir una imagen que parece flotar en el éter la que hace a la obra de Macchi tan emocionante y difícil de clasificar.

Mucho se ha pensado sobre las conexiones que existen entre Macchi y el espíritu intelectual de Buenos Aires, como así también con la filosofía y la poética de Jorge Luis Borges. Mucha menos atención se ha prestado, en cambio, a las operaciones formales que organizan su producción, así como a la dificultad que hay de determinar modos estables de lectura sobre las obras. En sus trabajos tempranos más logrados, como Untitled, en el que se ve una almohada cubierta de vidrios rotos, o Pentagrama, donde otra almohada aparece fijada con cinco cuerdas a una pared, las lecturas pueden versar tanto acerca de la violencia política como del sufrimiento de un insomne que pasó una noche en vela. Lo importante aquí es que no hay explicación capaz de agotar las posibilidades contenidas en el objeto, ni texto capaz de sustituir la experiencia que implica encontrarse frente a él.

En este sentido, que Macchi elija objetos cotidianos resulta significativo. Por medio de las operaciones más simples, estos objetos sufren un proceso de desfamiliarización, al punto de que lo obvio se vuelve excepcional. Es casi como si la fracción de segundo que media entre la percepción y la comprensión hubiera sido ralentizada y cargada de contenido. Pensándolo así, su obra guarda paralelos con la de Waltercio Caldas, que logra un similar sentido de desconcierto. Claro que con un lenguaje más formal, opuesto a la sensibilidad más emocional y vulnerable de Macchi. Esta necesidad de aminorar la velocidad y complicar la brecha que existe entre una imagen y su significado responde, en parte, a la creciente complejidad de los mensajes visuales que nos rodean. Jimmy Durham, citando a Gabriel Orozco, dice que el arte ya no puede aspirar a ser emocionante porque eso Benetton siempre lo va a hacer mejor. El camino, para algunos artistas contemporáneos, consiste en comenzar por el otro extremo del espectro, esto es, por observar lo cotidiano y tratar de restablecer el sentido y la complejidad por medio del simple acto de mirar atentamente.

2. Vidas paralelas

En dos obras llamadas Vidas paralelas, dos accidentes ocurren al mismo tiempo. En una de ellas, una caja de fósforos abierta muestra los fósforos ordenados de forma idéntica en uno y otro de sus dos compartimentos; algo que, ciertamente, podría suceder en el ámbito teórico de la estadística, pero que nunca esperaríamos atestiguar. En la otra obra, dos paneles de vidrio aparecen rotos exactamente de la misma manera.
La relación entre suerte y accidente es una constante en la obra de Macchi. Por un lado, es posible leerla en términos metafísicos, como una prueba de que el universo contiene y prevé todo acto posible, de modo que la posibilidad de encontrar dos paneles de vidrio idénticamente rotos es, en última instancia, sólo cuestión de tiempo, suerte o paciencia. Este es el universo tan elegantemente descrito por Borges en “La Biblioteca de Babel”. Sin embargo, la elección del título, Vidas paralelas, introduce inmediatamente una nota personal y emocional más allá del alarde intelectual. La búsqueda de la pareja perfecta, la tentadora creencia de que el alma gemela perfecta existe, sólo que no sabemos dónde, es un cliché de la vida sentimental. Por otra parte, la imagen a la que nos enfrentamos en ambos casos es un accidente, algo que trastoca el orden previsible de las cosas. El vidrio roto nos conduce de manera inmediata y directa a otro cliché emocional: el paisaje dramático de una separación traumática. Otra vez, contenidos contradictoria y emocionalmente cargados entran en conflicto entre sí, en ambos casos a partir de objetos que prácticamente no han sido tocados por el artista.

Las obras de la serie Vidas paralelas, quizás más que las de ninguna otra, muestran cuán distante está la lógica de Macchi de los modelos hegeliano o platónico, según los cuales, cuanto más puro es el objeto, más cerca está del arquetipo abstracto. En el caso de Macchi, cuanto más simple y limpio es el objeto, más referencias contiene y más personales y sentimentales son esas relaciones. La estrategia del mirar oblicuo y concentrado podría incluirse en la lista de medios de la obra de Macchi; de la misma manera, el sentido del humor refinado y oscuro. La caja de fósforos y el vidrio roto resultan casi tontos en su falta de pretensión y elaboración, pero, al mismo tiempo, lejos están de parecerse a las obras intencionadamente torpes o adolescentes de muchos de los contemporáneos de Macchi en la escena internacional del arte. El carácter esencialmente adulto de su obra, el aire resignado y nostálgico, son aún más notables por el hecho de que provienen de un artista que estaba al comienzo de la treintena cuando produjo algunas de sus sus obras más delicadas y significativas.

3. Música incidental

Cuando Macchi dejó Buenos Aires en 1996 en busca de nuevos horizontes, su primera escala fue Duende Initiative, en Rotterdam. Ése sería el inicio de un viaje de varios años por distintos programas de residencia artística en Europa. Semejante paso puede leerse, a la vez, como un esfuerzo por ir más allá de las limitaciones de la escena porteña y una manera de aguijonear el deseo de probarse a sí mismo en un nuevo contexto. El sentido de desplazamiento, vulnerabilidad y malentendido creativo que surge siempre que uno se asienta en un nuevo lugar terminaría siendo el factor central de su obra en los años siguientes.

Una de las primeras obras producidas en esa residencia, Accident in Rotterdam, fue un avance decisivo hacia una práctica más conceptual y un alejamiento de las obras más esculturales u objetuales producidas en Buenos Aires. En Accident in Rotterdam, dos autitos de juguete chocan en la intersección producida en el piso del estudio por la sombra de una ventana. Una vez más, las referencias abarcan desde la literatura (Edgar Allan Poe), hasta la sensación de ansiedad que se tiene al cabo de una separación, tamizadas por un sobrecogedor sentido de desgracia, dado que el accidente y la suerte se encuentran una vez más en un lugar improbable. Esta obra, quizás, más que ninguna otra, sugiere la existencia de un mundo paralelo al nuestro, y que si lo buscamos lo suficiente lo vamos a encontrar. Aquí hay un pasaje del Macchi productor de objetos ansiosos al Macchi vidente de un mundo misterioso que se encuentra justo debajo de la superficie de la banalidad. Esta habilidad para encontrar lo significativo en las cosas cotidianas tiene muy poco que ver con un lenguaje formal y todo que ver con un refinamiento de la sensibilidad y con un ojo capaz de detectar lo extraordinario en lo trillado.

Durante una residencia en Londres, las historias estrambóticas, violentas y aparentemente insensatas de la prensa popular británica capturaron la atención de Macchi. Eran historias de trágicos accidentes que escapan a toda explicación racional, pero en las que quedan registrados los momentos más traumáticos de la vida de ciertas personas. Para su exposición en la Universidad de Essex, en 1998, Macchi recortó una de estas pequeñas historias que aparecen en las páginas internas de los periódicos – la de una babysitter que se había quedado dormida sobre el bebé al que supuestamente tenía que cuidar – y la amplió hasta llevarla al tamaño de la gran vidriera en el frente de la galería. La escala gigantesca del texto, la magnificación que experimentó al pasar de una ubicación literalmente marginal en el periódico a la exposición pública, obligó a aceptar la naturaleza ridícula y trágica de la historia y produjo la sensación trasgresora de que tal historia no pertenecía a este mundo o, peor todavía, de que de algún modo era graciosa. Una vez más, basta concentrar la mirada en un objeto que parece insignificante para que emerjan su relevancia cósmica y su capacidad de desestabilizar las expectativas.

Macchi llama a este tipo de noticias “música incidental”, en referencia a las bandas sonoras de las películas que ayudan a crear un clima, pero que nunca pasan de ser música de fondo. La instalación Incidental Music, de 1997, resultó clave en la articulación del desplazamiento de esa música, desde el fondo al primer plano; además, fue la primera vez que la música pasó a ser un elemento esencial de la obra de Macchi. En Incidental Music, una enorme selección de estas historias de accidentes y hechos violentos, tomadas de la prensa popular, aparece pegada en tres grandes hojas de papel. Las historias están dispuestas en líneas rectas de modo tal que forman notaciones musicales. Los pequeños espacios que se generan en los renglones donde una historia termina y otra comienza son la base de una composición que puede escucharse con unos auriculares que cuelgan del techo. Mientras el espectador sigue con los auriculares la tranquila composición estilo Satie, se crea un ciclo perceptivo entre la belleza formal de la obra y la naturaleza sangrienta y aleatoria de las historias. La música misma está tomada por la tensión entre intención y accidente, dado que las notas surgen de una decisión que nada tiene que ver con las leyes de la composición; aún así, no podemos evitar buscarle un propósito y un sistema a esa música con tanto empeño como intentamos encontrar una razón que explique la existencia de estas historias y un modo de justificarlas o entenderlas.

El uso que hace Macchi de la música señala nuevamente una diferencia fundamental respecto del tropo musical en la modernidad, considerado entonces la forma de arte ideal y más pura. Al generar música a partir de historias sensacionalistas de violencia, o con delgadas hebras de cabello humano (A.B.) o mediante la disolución de las notas con gotas que podrían ser de lluvia o lágrimas (La Tempesta), Macchi se vale de la música casi como de un ready made cultural, como de un imán al que se adhieren estereotipos y atribuciones personales y colectivas. En la obra Time Machine, de 2005, hace un loop con finales de películas de Hollywood de la década del cuarenta, de modo de crear la banda sonora de una película de terror a partir de los heroicos cierres de los films originales.

4. Rotterdam o cualquier parte

El traslado de Macchi a Rotterdam en 1996 fue crucial: allí adoptó una más clara actitud de flâneurfrente al mundo que lo rodeaba, como si se hubiese convertido en una antena capaz de sintonizar el potencial absurdo de la vida cotidiana. Con la serie Monoblock, Macchi había descubierto la potencia poética que reside en el acto de sustraer el texto de las hojas impresas, de modo de dejar en éstas una profunda ausencia (si es posible el oxímoron). En la serie de mapas recortados, Macchi creaba nuevamente la metáfora visual de un mundo de ausencia y añoranza. La Guía de la inmovilidad es una guía de la ciudad de Buenos Aires a la que le han extraído todas las manzanas; sólo queda un remanente esquelético de la ciudad. En un cierto nivel, estas sustracciones ponen de manifiesto la inversión entre primer plano y fondo que se da en la mayor parte de la obra de Macchi. En este caso, en un nivel a la vez formal y de contenido. La transparencia del papel genera una contaminación visual a causa de las manzanas faltantes; al mismo tiempo, ciertas expectativas son defraudadas, pues es el camino mismo el que se transforma en destino, en la medida en que no hay edificios ni puntos de referencia, sino sólo líneas de conexión.

La idea de mapa psicológico o de recorrido por la experiencia de una ciudad fue concretada en Buenos Aires Tour, proyecto en colaboración con la poeta María Negroni y el compositor Edgardo Rudnitzky, asiduo compañero de trabajo de Macchi a partir de entonces. El proyecto marcó el regreso de Macchi a Buenos Aires después de muchos años en Europa. Este libro-guía alternativo de Buenos Aires fue para él la manera de renegociar y redescubrir su propia ciudad. Más que una ciudad vacía, Buenos Aires Tour representa un camino a través de distintos barrios y experiencias intensas. Si bien es cierto que, dentro del arte contemporáneo, la producción de mapas se ha convertido prácticamente en un cliché, la aproximación que hace Macchi a su entorno debe más a la necesidad de encontrar una estructura capaz de contener sus ambivalentes reacciones al entorno que al intento de ilustrar un determinado fenómeno social o cultural. El libro-guía, en Buenos Aires Tour, subvierte todo lo que podríamos esperar de una guía turística: incluye hasta el facsímil de una nota escrita por un suicida y encontrada en una de las caminatas.

Más o menos por la misma época en que trabajaba en Buenos Aires Tour, Macchi se dedicó a realizar otro cuerpo de obra que implicaba caminar por la ciudad recogiendo rastros. Víctima serial representa uno de los ejemplos más contundentes de una sensibilidad librada a su propia suerte en la ciudad. Varios tipos de inscripciones y señalizaciones urbanas fueron filmadas en una secuencia de la que resulta un mensaje violento, paranoico y amenazante. Lo que el mensaje da a entender es que todo el mundo efectivamente está ahí afuera para agarrarte, es sólo cuestión de saber leer los signos. Este paulatino y selectivo filtrarse de un contenido emotivo en textos funcionales o comerciales se produce también en muchas obras hechas con periódicos recortados, en las que una frase sola queda colgando en el hueco practicado a un papel.

5. De aquí a la eternidad

Desde su primer vídeo, La flecha de Zenón, hasta el más reciente Vanishing Point, Macchi se ha interesado por las representaciones del infinito. En el vídeo, la paradoja de Zenón se traduce elegantemente a la cuenta regresiva del comienzo de una película, de modo tal que la subdivisión del último segundo retrasa indefinidamente el inicio del film. Un principio similar se aplica en Vanishing Point, donde el diseño del empapelado parece desaparecer en el ángulo de dos paredes. En ambos casos, la comprensión lógica del infinito queda explicada y contradicha simultáneamente por aquello que tenemos delante de nuestros ojos.

La representación visual del infinito es uno de los grandes problemas que han acosado a científicos, artistas y filósofos durante siglos. La imposibilidad de encontrar un equivalente visual de la idea de una extensión continua y sin fin de nuestro espacio físico demuestra que cualquier intento de hacerlo se revelará de inmediato como algo limitado e incompleto. Estas obras en las que Macchi arma una estructura mental para hacernos pensar el infinito mientras vemos el infinito plantean una de las preguntas centrales de su producción. Si no podemos confiar en que nuestros ojos nos digan la verdad, porque el conocimiento no puede ser probado por medio de la visión, ¿cómo podemos aspirar a organizar el mundo visualmente si estamos desgarrados entre lo que sabe nuestra mente y lo que ven nuestros ojos? La obra de Macchi parecería sugerir que si bien no podemos confiar en lo que vemos, es lo único en lo que podemos apoyarnos. Lo que ves ciertamente no es todo lo que hay, pero es un punto de partida tan bueno como cualquier otro.

Publicaciones

JORGE MACCHI. PERSPECTIVA. 2015 / MALBA

JORGE MACCHI PRESTIDIGITADOR. 2014 / MUAC Museo Universitario de Arte Contemporáneo de México.

MUSIC STAND STILL. 2011 / SMAK, KBB Kultur Buro Barcelona y Toit du monde, Bélgica.

JORGE MACCHI Le 10Neuf. 2011 /Centro Contemporáneo de Arte, Monbeliard, Francia.

ANATOMÍA DE LA MELANCOLÍA. 2009 / Centro Galego de Arte Contemporánea.

BLOCK. Dibujos 1996-2008 / Embajada de Italia en Argentina - Fundación PROA

LIGHT MUSIC. 2007 / University of Essex

CATALOGO EXPOSICIÓN INDIVIDUAL JORGE MACCHI 2007 / 6ª Bienal do Mercosul

LA ASCENSIÓN 2005 / Catálogo del 51 Envío Argentino a la Bienal de Venecia.