CARLOS HERRERA

Cobre Miseria Mierda

21/09 al 05/11

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En los últimos años he desarrollado una vasta serie de obras a las que he llamado Ave Miseria. Luego de investigar sobre la muerte, el tiempo, la locura y lo sexual en mis obras, Ave Miseria trae en su hacer una nueva indagación sobre el silencio mani esto en la tradición y el ritual del ser. El cuerpo, los restos, lo sonoro, la luz, el agua, lo que no se dice o no se ve, son ahora las herramientas u ofrendas que en estas obras intentan sostener vivo un silencio que las hace imposibles.

COBRE MISERIA MIERDA es el título de esta muestra que reúne un conjunto de esculturas y el registro de una acción performática que deja a la luz mi estado de ánimo actual.

La relación y encuentro entre la idea que tengo en mi mente y en mi cuerpo de lo sexual y de la muerte con uyen en estas esculturas de escala humana. La materi- alidad de las mismas es noble y los recursos simbólicos son escasos y recurrentes: cama, puerta, cajón, palo, agujero, metal, tela, vajilla, agua, jabón, plumas, cruces y un manojo de vacios, emociones y austeras líneas.

Es que, en los últimos años de mi vida, he perdido y he ganado tanto que hacer una ecuación no tiene sentido alguno.Tiene mi nombre y mis obras.

No me canso de pensar en el sonido de los cuerpos que en pausa reposan o que por el contrario frenéticamente se relacionan, en las manos que al ser lavadas renuevan su rictus y en la posibilidad de ser amante de uno mismo toda la vida. En mis manos PAN AGUA JABÓN VOS.

Carlos Herrera.

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Escultor sin manos.

La dudosa biografía de el Aleijadinho (“el lisidiato”) dice que cuando empezaron a caérsele las herramientas de las manos por una enfermedad degenerativa que le impedía moverlas, un asistente le ató los cinceles para que pudiera seguir trabajando, para que el sensual barroco brasilero del siglo XVIII (barroco minero) no perdiera a una de sus figuras más poderosas.
Las obras ˗las esculturas barrocas, en realidad˗ de Carlos Herrera tienen también esa sensualidad, solo que todo sucede más acá del dogma: se trata de un erotismo ateo cuya única fe está en lo orgánico.
Los cuerpos de estos hombres como catedrales chivadas: sucias de fricción, goteo, calentura, juego y los mil modos del contacto físico. Las manos ateas del escultor Carlos Herrera rozaron a estos hombres desde la cámara, pero ¿llegaron a tocar esos cuerpos? ¿Se frotaron contra el brillo de las plumas de esa ropa? ¿Qué hacían antes y después de disparar? ¿Cuál era su lugar? (Vayamos por una biografía apócrifa de esas manos.) Sí, sabemos que lograron armar una coreografía casera y carnal, una tensión de fuerzas  que está tan cerca que llegan hasta donde estamos nosotros, acá en el fuera de campo.
Una cruz fue atada a las manos de este escultor. Estas esculturas que con platos, camas, cajones, frazadas, medias y remeras ponen a circular un deseo tan impúdico que funciona como una escupida a todo el cartón que rodea al mundo de estos cuerpos, y contra el que luchan obras así.
Si la sensualidad del barroco brasilero se basaba en el impacto del golpe de la fe sobre el cuerpo; el barroco cotidiano de Carlos Herrera logra mostrar los miles de altares domésticos, laicos, por donde circula la pasión hecha carne/cuerpo.

Raúl Flores