CARLOS HERRERA

Imágenes de mi pan

04/05 al 15/06

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Subsistencia, erotismo y memoria…  son algunos de los movimientos que se perciben al recorrer la exposición “Imágenes de mi pan” de Carlos Herrera & Colectivo Ave Miseria, en Ruth Benzacar Galería de Arte.
Acompañada con texto de Silvio Lang, la muestra tomará la Sala 1 de la galería.

Inauguración: Sábado 4/05, desde las 14hs. Sala 1

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Subsistencia, erotismo y memoria
Por Silvio Lang

El pan: lo que nos alimenta, nutre y sustenta. “El pan como lo que hacemos, amasando, partiendo, necesitando unir nuestras vidas”, nos dice Sara Ahmed. La masa que nos soporta. Pero, también, como lo que hemos conseguido. Nos ganamos el pan de cada día. “Yo, con mi cuerpo en mí, con mi alma, entero,/supe ganarme el pan con mi dos manos”, reza el poema de José Portogalo, que da nombre a esta muestra. Imágenes de mi pan: imágenes de mi (auto)sustento. El trabajo que tenemos que hacer para existir/subsistir podría entenderse como un proyecto de configuración, donde la imaginación y la invención se implican con la contingencia del mundo.

Carlos Herrera & colectivo Ave Miseria nos invitan a conectarnos, mediante una red de objetos, con figuraciones de subsistencia. Un cara a cara con la necesidad. Conocer sobre las necesidades para existir nos encuentra con el pensamiento de la utilidad de las cosas, con el para qué sirve, con los usos que hacemos. Pensemos en cómo las elites se han distanciado de la utilidad, desconociendo o escondiendo, de esa manera, los usos extractivistas y opresores que ejercen, para mantener y renovar sus propios estilos de vida. La vida práctica y sus técnicas de subsistencia es la (infra)estructura que las elites no pueden ver. Conciencia sensible de uso de la materialidad: intensificación de la conciencia de clase.

Cuando atravesamos esa reja blanda de cintas negras nos adentramos en el mundo del uso. Los usos son procesos materiales concretos, polivalentes y cambiantes. Nombrar “Autorretratos” a esos carros de hierro –cual jaulas de castidad que encierran penes de 1,57 metros esculpidos a mano-, rodeados de múltiples objetos mundanos, parece indicarnos que el Yo es una configuración de objetos usados. O mejor, una ficción de “objetos transicionales” (D.W. Winnicott) que funcionan como prótesis emocionales para negociar con el no-yo que es el mundo. “¿Cómo se produce la ficción de un Yo?”, se pregunta McKenzie Wark. Tratar a una escultura de objetos, sin la sobrecodificación del rostro, de “autorretrato” -operación que Herrera ha hecho en varias otras obras suyas anteriores- es asumir que el Yo no es más que un objeto creado como cualquier otro. ¿Cómo se crean nuestros yoes? Con “prudencia práctica”, parece aconsejarnos Herrera, mediante la hechura de sus obras, en tándem con el colectivo Ave Miseria.

Al mismo tiempo, la aparición de este colectivo que, por ahora, solo integra Herrera y porta el nombre de una acción instalativa suya anterior y, a la vez, es avatar de su perfil de Instagram, acentúa esa idea de Yo reificado o vuelto cosa. Más que un colectivo de personas Ave Miseria es un corpus de esculturas-objetos que nos ponen en relación con los usos de las cosas que median entre los yoes y el ritmo del mundo. El arte escultórico se mezcla aquí con un obrar técnico que equipara al Yo para una forma de vida.

La plasticidad de este Yo reúne objetos híbridos reclutados de la realidad, cargados de virtualidad y pasado. Objetos de trabajo, con mucho uso, hogareños, floricultóricos, funerarios, sexuales y religiosos, largamente coleccionados y mentalizados como conductores de deseo que, aquí, parecen dejados al descanso, cual utilería erótica en un galpón o, quizás, también, como carrozas fúnebres terminada la procesión. Una red de objetos que evocan lo que Elizabeth Freeman ha llamado “erotohistoriografía”. Un contacto carnal gozoso con los objetos o materialidades que escriben la (propia) historia. Los siete penes gigantes no figuran tanto el erotismo en su calidad simbólica de garantes soberanos del deseo sexual y de su origen arbitrario de la diferencia sexual si no, más bien, por su uso portátil, es decir, en su carácter de dildos. “El dildo es tránsito”, dice Paul Preciado. Objeto protésico del cuerpo, el dildo, no imita el sexo, si no que lo transforma, abre el cuerpo a otras relaciones orgánicas e inorgánicas. Es una carne alternativa; una extraña carne íntima. El dildo transfigura al pene e indica la plasticidad sexual del cuerpo donde lo orgánico no es el único contexto erótico de la sexualidad. A partir de aquí cualquier accesorio, utensilio, parte del cuerpo u objeto pueden volverse dildos.

Estas jaulas transportables en forma de carros de calle tanto como las ruedas de bicicleta colgadas cual coronas de flores, aunque estén quietos, son objetos de movimiento. Ahora, suspendidos entre el espacio mental de su potencial movimiento y el tiempo de la instalación recorrida. Arte escultórico estático y movimiento performativo. Marcha y detención. “Imágenes de mi pan” es una  configuración erecta preñada de tensiones: entre objetos pasados/usados perdidos y algo que está ocurriendo en este preciso instante, o podría ocurrir en cualquier momento. Memorias portátiles donde el cuerpo se involucra en relaciones participativas y afectivas que alimentan historias de vida como (autor)retratos. Esta presentación de sí ante lxs otrxs puede considerarse una forma de práctica drag, que Herrera ya probó en su obra “Tonto huérfano” (2015-2016), junto a Flavia Da Rin, haciendo de sí una evocación desrostrificada de esos payasos creados por el pintor Enrique de Larrañaga. El drag –literalmente en inglés “arrastre”- no tanto como práctica de cruce de géneros femenino/masculino, si no como acto de arrastrar accesorios pasados de moda o de tiempos anteriores para cubrirse el cuerpo.

Reunir y combinar los fragmentos de los intersticios de la infancia en el campo, como objetos rescatados de las inundaciones de los suburbios de la ciudad natal, implica un registro afectivo que se frota con los objetos, encontrando pasados y especulando futuros. Herrera practica un mentalismo de los objetos ligados a los lugares y modos particulares de una historia afectiva. Imantando las pinturas de Giorgio de Chirico fabrica retrospectivamente en ensamblajes idiosincráticos -o formas de ser desviadas por tamaños desproporcionados y antinaturales- esos tránsitos homoeróticos y refugios de adobe de su infancia en la chacra. Ensamblajes de lo vestigial que proponen, desde la temporalidad demorada de la instalación y la escultura, una lectura intima de sí.  Herrera no hace paisajismo con el campo. Hace erotohistoriografía de sí y sus entornos. Reimaginar el pasado transforma el presente. Desocializarse del aquí y ahora, mediante objetos como conductores energéticos de pasados borrados o inconclusos, es una manera de resocializar, es decir, de crear nuevos magnetismos en el campo social.